Algunas y algunos siguen sin recuperarse del varapalo que sufrieron en las elecciones del 20N y buscan explicaciones al batacazo de lo más peregrinas. Uno de ellos es Pedro José Chacón, profesor de la UPV que ayer en «El Correo» esbozaba su teoría. Primero, se refería a la tan manida teoría de los vencedores y vencidos y, tras señalar que «el escenario político en el que ahora mismo estamos inmersos, tras el anuncio de cese definitivo de la violencia, se encuentra bajo los efectos de lo que muchos han denominado un auténtico tsunami nacionalista radical, que ha arrasado en las últimas elecciones generales, donde la tendencia hasta ahora había sido el predominio de los partidos estatales, y que amenaza con un vuelco completo a la composición del Parlamento vasco en las próximas autonómicas», apuntaba a continuación: «la pregunta que se impone es: ¿quiénes han salido en realidad vencedores del final de la violencia?». Así, después de leerlo deprisa y corriendo, a servidora casi le parece ver cierta desazón ante el nuevo escenario, pero seguro que estoy equivocada...

Aunque el profesor deja claro que contento tampoco está: «La respuesta está tan clara que es como caer en el abatimiento. ¿Es que no hay justicia en la sociedad vasca que premie a quien respeta la vida y castigue a quien la utiliza para sus propios fines? ¿Habrá que pensar que nuestra capacidad de juicio moral ha quedado definitivamente tocada tras tantos años de mirar para otro lado, tras tantas veces de correr los visillos para no seguir viendo lo que teníamos en la calle, delante de nuestros propios ojos, tras tanto oír aquello de `algo habrá hecho' con que tranquilizar nuestras vergüenzas?». Eso ya lo dijo Aznar cuando Mayor Oreja perdió las elecciones. Que la sociedad vasca no está madura. Una diría que la ciudadanía ha premiado a quienes han trabajado por la solución y ha castigado a quienes han hecho todo lo contrario. Chacón lo tiene delante de sus ojos y no lo ve. Porque miren cuál es su conclusión: «El miedo se ha instalado dentro de nosotros y cabe afirmar, sin caer en el desvarío, que nuestro comportamiento electoral actual es fruto de un síndrome de Estocolmo colectivo». Sin caer en el desvarío, dice... Están muy mal.