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Mikel Etxeberria Militante de la izquierda abertzale

Una reflexión

Euskal Herria ha superado la criba de los siglos respondiendo a cada momento histórico con una capacidad de supervivencia que nos ha convertido en el pueblo más antiguo de Europa en la actualidad. Como en la propia naturaleza, unos ciclos han ido dando paso a otros en una permanente regeneración, que es la que ha garantizado que a dia de hoy la nación vasca siga viva y en pie.

Hubo siglos de soberanía desde la centralidad del reino de Navarra, otros de guerra de resistencia... Nada ha acabado con el pueblo vasco, y eso a pesar de estar en medio de dos estados que buscan borrarlos del mapa de las naciones.

Desde finales de la década de los 50 del pasado siglo, la lucha de Euskal Herria y la libertad ha venido combinando la acción política y la militar desde el convencimiento de que esa era la fórmula para no ser asimilada como nación, y en la esperanza de alcanzar un futuro en el que fuera posible la defensa no armada, exclusivamente política de Euskal Herria.

No pretende esta reflexión analizar circunstacias y proceso que nos ha llevado al conjunto de la izquierda abertzale a plantearnos la reponsabilidad histórica de afrontar un cambio de ciclo estratégico en el devenir de la lucha de la liberación nacional y social. Eso tendrá su momento. Ahora es tiempo de tener claro el camino en el que estamos y de disipar nieblas que pudieran distorsionar la panorámica general del recorrido.

Durante muchos años se ha esgrimido que la acción militar obstaculizaba el proceso de liberación. Sobre ello ha habido desde reflexiones leales hasta auténticas felonías, pasando por la persecución y la represión.

Pues bien, la declaración de ETA de cese de la actividad armada ratifica la auténtica sintonía del conjunto del Movimiento de Liberación Nacional en el camino emprendido y certifica el cierre de un ciclo histórico, político y estratégico, así como el inicio de un nuevo tiempo en el discurrir de la lucha de liberación nacional y social.

Ha concluido el ciclo de enfrentamiento armado y pasamos a otro de enfrentamiento político y democrático, en el que iremos avanzando hacia la independencia y el socialismo articulando una política eficaz que aglutine a amplios sectores de la sociedad hasta estar en disposición de dar otro salto de muelle y romper la última amarra que nos mantenga bajo soberanía franco-española.

El foco está ahora fijado, inexcusablemente, en lo sustancial del conflicto: España pretende decidir cómo debe ser la sociedad vasca mientras que los vascos queremos organizar nuestro porvenir, nuestra sociedad, ser nosotros mismos.

Quede claro que este es el nucleo sobre el que orbitará la confrontación democrática que caracteriza el nuevo tiempo. Los avances hacia la soberanía y la territorialidad vendrán de la potencia que seamos capaces de desarrollar. Frente al músculo de los estados, el músculo de la nación vasca. Esto es la confrontación democrática; interioricemos bien qué significan estas palabras para luego no tener que decir que pensábamos que esto iba a ser un camino de rosas sin espinas. Que haya concluido la campaña armada no supone, en absoluto, que ahora vaya a ir viniendo todo dado.

Para ponernos manos a la obra en el nuevo ciclo, situemos el escenario en el que estamos y coloquémonos en él.

Durante los últimos años nos han vendido la victoria política sobre la izquierda abertzale y la derrota militar de ETA. La realidad ha aniquilado esa falacia, que únicamente ha generado más dolor, confusión y nuevos represaliados. Han fracasado porque hemos invertido los valores de la situación, y de la presunta derrota hemos pasado a la demostración de fuerza e iniciativa política.

Esta inversión de valores es el primer elemento que define el nuevo escenario. En plena ofensiva hispano-francesa dimos vuelta al teatro de operaciones y nos colocamos en ventaja política. Eso sí, no olvidemos que el Estado son ellos, lo que significa que lo único que hemos hecho por el momento es colocarrnos bien para el nuevo ciclo.

La unilateralidad ha sido decisiva para ese cambio, pues nos ha garantizado ser dueños de nuestras iniciativas y de su administración, sin estar a merced de las coyunturas provocadas por el enemigo; aunque evidentemente, estas deban ser siempre evaluadas como es debido.

Otro factor determinante ha sido el internacional. Este terreno se ha revelado como fundamental en la resolución de conflictos y en las últimas proclamaciones de independencia. Hemos trabajado muy bien este campo y deberemos seguir perseverando en ello.

Estos factores mencionados, junto a otros de orden interno, han facilitado la recuperación de la credibilidad y confianza en la sociedad vasca, algo que nos resultaba imprescindible. Y, como no, también ha recargado de energía e ilusión a las bases abertzales, lo que nos era vital para lanzarnos al cambio de ciclo y a los nuevos retos. Hasta la fecha, todos los indicadores son formidables, no solo en la respuesta movilizadora sino también en los logros electorales.

Si el primer elemento que define el nuevo escenario es la inversión de valores, el segundo es la alianza soberanista de izquierda. La cosecha en las urnas ha sido exitosa, pero hay que mirar más allá y fijarse en el colchón político que representa para los retos que tenemos ahí delante.

Al observar el escenario no podemos obviar la crisis general del Estado Español, que abarca no solo lo económico sino también lo territorial e incluso su propia identidad española. Van sin timón y desorientados. Tendremos esto en mente a la hora de marcar ritmos y estaciones hacia la independencia.

Esbozado el teatro de operaciones, los movimientos se harán a dos niveles, Uno es el de la normalización democrática y la paz; el otro, el que se dirige hacia la soberania nacional. Cada nivel llevará sus propios ritmos, e incluso podrían solaparse.

Por su parte, los retos fundamentales serían tres. El primero de ellos será el cierre de fases del ciclo anterior, cuestiones como juicios pendientes, fin de la persecución, legalidad de Sortu o todo lo relativo a prisioneros, exiliados o víctimas. Sería lo que se viene a llamar normalización política y consolidación de la paz.

Aquí, hay que alertar del riesgo de adormecimiento social o desmovilización de las bases abertzales que pudiese provocar la ausencia de conflicto violento y represivo. Ojo a los medios de difusión, que no colaborarán en el nuevo ciclo. Y no pensemos que la partida se jugará en una mesa de negociación exclusivamente; pensemos en la progresiva conquista de objetivos, que irá en relación al apoyo social que acumulemos y a su movilización.

El reto de la transición soberanista supone vertebrar el independentismo, articular en ese sentido la acción institucional, incentivar y movilizar a la sociedad y enriquecer las bases, entre otras cosas.

El tercer reto es la extensión del independentismo en la sociedad, inundando hasta el último rincón. Tenemos la tarea de nacionalizar Euskal Herria: vamos a ejercer como independentistas proyectándolo desde nuestra propia vida. Lo que mañana sea Euskal Herria está dentro de nosotros.

Quizá esta sea una reflexión con demasiadas palabras, pero en ocasiones son necesarias para ir debidamente a la acción. Tenemos delante un ingente trabajo para colocar la proa de Euskal Herria rumbo a la soberanía nacional y la integridad territorial.

La trainera no va si no bogamos todos. El campo está marcado y las balizas puestas. Vamos a conseguir la bandera y ondearla orgullosa y orgullosos por toda nuestra patria soberana; la Euskal Herria libre que vamos a conquistar.

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