Un Instituto de Patología que recupera joyas en forma de libros
Guerras, inundaciones, ratas o termitas... el Instituto de Patología del Libro de Roma (ICPAL) ofrece desde hace setenta años sus conocimientos para «sanar» los textos y documentos dañados por todo tipo de elementos.
Ljubomir MILASIN
Fundado en 1938, «este instituto interdisciplinar fue el primero de su género en el mundo», cuenta Marina Bicchieri, responsable del departamento de Química de este instituto que ha trabajado, por ejemplo, para la exposición sobre el famoso autorretrato de Leonardo da Vinci. El ICPAL es la institución de referencia en Italia en todos los problemas relacionados con la conservación y restauración de libros y archivos, e incluso el Vaticano recurre a él cuando necesita ayuda especializada.
«Los mayores problemas a los que nos enfrentamos son los causados por el agua, el calor, el polvo y los insectos. Algunas bacterias proliferan especialmente en las bibliotecas», explica Flavia Pinzari, responsable del departamento de Biología.
El museo ubicado en el interior del instituto muestra en detalle los tipos de daños que pueden sufrir las obras. Allí se pueden ver libros destrozados con agujeros tan grandes como un puño hechos por las termitas, otros «comidos» por los hongos o las ratas, cuando no están perforados por las balas. «Después de las recientes inundaciones en la Toscana, las autoridades locales nos llamaron para que les ayudásemos con sus archivos inundados», explica Pinzari. El instituto les aconsejó que «congelasen los libros, porque eso evita que el agua diluya la tinta y que los microorganismos se propaguen; después, en una segunda etapa, liofilizamos el agua, haciéndola pasar del estado sólido al gaseoso, evitando así que afecte a los libros», continúa la bióloga.
En este centro trabajan codo con codo químicos, biólogos, especialistas en literatura y artesanos especializados en tratar los libros como antaño, reconstruyendo las páginas de papel o de pergamino y volviendo a encolar las miniaturas de antiguos manuscritos.
Se utilizan para ello microscopios electrónicos de rayos X, pero también antiguas prensas o instrumentos especiales cuya finalidad es «envejecer» artificialmente el soporte. «Consultamos las viejas fórmulas -algunas datan incluso de la Edad Media- para elaborar los colores y ciertos tipos de tinta. Al consultar los fragmentos de los rollos del Mar Muerto, por ejemplo, descubrimos una tinta, en cuyos componentes hallamos, entre otros elementos, sangre». Bicchieri y una de sus colaboradoras del departamento de Química crearon entonces una tinta que contenía un poco de sus propia sangre con la finalidad de estudiar sus diferentes características.
El instituto se apoya en una red de empresas especializadas, situadas en Italia y fuera de sus fronteras, para la fabricación de diferentes tipos de pergaminos, y en una japonesa que fabrica un papel especial que sirve para «reconstruir» las páginas dañadas.
Un restaurador trabaja con un punzón en una carta del ex líder italiano Aldo Moro e «inserta» un minúsculo fragmento de papel japonés en un agujero situado en un ángulo del documento, «pegándolo» con la ayuda de una película especial muy fina, fabricada en el instituto.
«Estas cartas se van a fotografiar y luego se meterán en bolsas muy finas fabricadas con una especie de plástico especial que respira, lo que permitirá que sean consultadas y leídas», explica Pinzari respecto a las últimas cartas escritas por el líder de democratacristiano antes de morir durante su secuestro por las Brigadas Rojas.
«Al libro no le gusta moverse, viajar. Se adapta a su entorno, incluso cuando no es el ideal, pero los cambios de temperatura y la humedad, así como la manipulación, son los causantes de la mayor parte de los daños que sufren», afirma Bicchieri, quien habla de los documentos que están bajo su cuidado como si fueran sus hijos.
«Incluso los libros más viejos fueron escritos y hechos para ser leídos. Por tanto, debemos encontrar un equilibrio entre la consulta y la conservación», añade Pinzari.
El instituto creó hace dos años una escuela donde se forman restauradores, que reciben una formación teórica y práctica de cinco años, con la que después pueden trabajar en este área.