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CRíTICA ópera

En la Corte del Rey Glotón

Mikel CHAMIZO

Hace unos días, en la sobremesa de la copiosa comida navideña y rodeados de hijos y sobrinos que dejaron de armar jaleo nada más comenzar Bob Esponja, comentábamos mis hermanos y yo lo filtrados que están los dibujos y programas infantiles actuales de todo tipo de mensajes políticos y tendencias ideológicas, algunas más que otras.

A una generación como la nuestra, que se crió con “La bola de cristal” y su famosa consigna «¡Viva el mal, viva el capital!», esto nos parecía una pérdida de contenido y complejidad muy importante. Y resulta que, tres días más tarde, llega la ABAO con esta fábula de la “Ardilla astuta”, casi un cabaret infantil, en la que Filippo y Rota lanzan a los niños la anti-moraleja: engaña para alcanzar tu objetivo, déjalo todo para mañana y, cuando ya no haya más aplazamientos, escaquéate de los compromisos que has adquirido, y así serás el más listo.

Eso es lo que hace esta ardilla sin dientes, que accede a cocinar un banquete para el Rey Glotón a cambio de una dentadura. Pero no sabe cocinar y le gusta demasiado dormir. Finalmente el Rey amenaza con cortarle la cabeza si no prepara el banquete prometido y la ardilla se pone a trabajar. Pero, como en el tiempo transcurrido descubre que ya le han salido los dientes, opta por robar toda la comida y darse el bote en una marcha triunfal.

Toda esta actitud tan cuestionable de la ardilla se justifica, claro, porque el Rey y su Corte, la clase dominante, están representados como una cuadrilla de obesos mórbidos, vagos e ineptos, a los que es lícito engañar, ya que ellos ostentan tanto poder sobre nuestras pequeñas vidas.

¡Bravo por Rota! No por el mensaje en sí mismo, que es bastante horrible, sino por considerar a los niños un público crítico e irónico, que lo es. Y bravo por Alfonso Romero, que supo escenificar toda esta fábula con una alegría visual y descaro estupendos. Los cantantes encarnaron sus papeles con mucha gracia, especialmente el Rey de César San Martín, que junto con el coro de gordos protagonizó un par de escenas desternillantes. Y la Orquesta de Cámara de Gasteiz se las arregló bien con la sucesión de sencillas danzas que emplea Rota, con Iker Sánchez Silva comandando la función con seguridad y eficacia. Se repite hoy y mañana, así que arranquen a sus hijos de Pocoyo y llévenselos al Arriaga.

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