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Raimundo Fitero

Cabalgatas

Las cabalgatas del cinco de enero son un clásico televisivo. Se pierden en la oscuridad de los archivos en blanco y negro los momentos vividos con narraciones realmente irrenunciables como la de Gloria Fuertes. La llegada de las autonómicas solamente abundo en el localismo, acercando cada vez más las cámaras a su lugar de incidencia y cobertura. Así la propia televisión ha presionado a los organizadores de las cabalgatas para que sean cada vez más televisivas, por lo tanto, más espectaculares, con lo que llegamos a convertirlas en algo mucho más cercano a una parada de carnaval y un soporte publicitario móvil.

Lo que uno entiende es que este asunto irá a peor. Los municipios endeudados, buscarán ayudas en los comerciantes, las grandes superficies y las marcas más globalizadas para que puedan sostenerse estos derroches de luces, carrozas, desfiles exhibicionistas que rozan lo inverosímil. En la tarde-noche de la ilusión inocente infantil, las calles se llenan de pajes, de ornamentación, y en la locura actual uno ve desfilando a ocas y patos, o carrozas con tigres de verdad, o artilugios móviles de nítida inspiración circense, como si de una acción teatral se tratara. Para eso hay dinero. Para esas dos horas que colapsan ciudades y que ocupan señal televisiva institucional, se encuentran recursos. Antes y después miedo, sinsabores. El silencio de mariano y la mueca de Soraya, un desfile de sombras.

Pero además de mirar los desfiles, uno debe mirar en los alrededores, en quiénes miran, y si además, uno puede compartir tele y calle, comprueba cómo van padres con escaleras, cogiendo sitios estratégicos. Y uno se pregunta, ¿este esfuerzo es simplemente para que sus hijos, o sobrinos, o lo que sea vean de cerca a los cortejos reales, puedan recoger o sentir en su cabeza un caramelo, o lo hacen para salir en la tele? Y es que existen profesionales de la aparición televisiva, los que buscan esa gloria en su entorno. Y la manera que tienen de actuar cuando enfocan las cámaras, nos hace levantar sospechas. O acaso son figurantes contratados. No, que estamos en crisis. Lo cierto es que siempre se ve a mucha gente a ambos lados.

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