Hipocresía internacional ante el conflicto sirio
El atentado que ayer en Damasco dejó un saldo de decenas de muertos y heridos sacudió el convulso escenario sirio. En vísperas del informe que el jefe de la misión de observadores de la Liga Árabe debe presentar en El Cairo, y coincidiendo con las críticas occidentales a esa misión, el atentado se suma a los que hace dos semanas recibieron a los observadores árabes. Si ya antes resultaba insostenible la versión de un régimen que reprime violentamente a la población civil y una oposición pacífica -difícil de creer por la existencia del autodenominado Ejército Sirio Libre, que se dice comprometido a limitar su actividad armada a acciones defensivas y que resulta más que dudoso que respete su compromiso-, cada vez aparece más claro un enfrentamiento con métodos violentos empleados por ambas partes. Poco antes de la explosión, el llamado Ejército Sirio Libre había anunciado que pasaría de «operaciones de defensa» a una ofensiva general contra el régimen, aunque corrió después a desmarcarse del atentado. Y en medio, la inmensa hipocresía de la comunidad internacional, que en esta ocasión no tiene prisas condenatorias. La autoría del atentado no está definida; por tanto, se abstiene de condenarlo, con lo cual revela que su objetivo y su exigencia no son la ausencia de violencia, ni siquiera contra civiles, sino que toma partido en el conflicto.