CRíTICA cine
«Drive» Seré tuyo cinco minutos
Mikel INSAUSTI
Nunca se me había ocurrido pensar que el nuevo David Lynch surgiría del frío, pero así es porque el danés Nicolas Winding Refn exhibe en “Drive” su sobrada capacidad para crear atmósferas enrarecidas sobre el escenario fantasmagórico de una ciudad de Los Angeles atravesada por coches solitarios en la oscuridad de la noche. Y las canciones, junto con la música envolvente de Cliff Martínez, cumplen su función hipnótica, atrapando al espectador extasiado ante tanta belleza violenta. La acción surge como una explosión cuando menos te lo esperas, cada vez que el flemático protagonista es sometido a una presión ambiental incontrolable. Su naturaleza es, sin embargo, la del conductor silencioso que controla cada uno de sus movimientos, distinguiendo perfectamente entre los momentos de espera con el motor apagado o aquellos otros en que hay que salir a la carrera pisando a fondo el acelerador. Ryan Golsling parece haberse fijado en el introvertido Steve McQueen de “Bullitt” para componer su personaje.
La poderosa iconografía que rodea al conductor solitario de “Drive” se inspira en el fetichismo del cineasta “underground” Kenneth Anger y de su mítico cortometraje sesentero “Scorpio Rising”, tomando el dibujo del escorpión para decorar la espalda de su cazadora de piloto. Ahora bien, la estética a la cual invoca la película a través del diseño de sus títulos de crédito es inconfundiblemente ochentera, con unos colores llamativos que remiten a la vistosa tipografía usada por Paul Schrader en “American Gigolo”. De la década anterior toma el aspecto brutal de los mafiosos en sus enfrentamientos cara a cara, y, no por casualidad, el veterano Albert Brooks parece salido de un thriller violento de Martin Scorsese, mediante una transformada caracterización que le sitúa en la órbita de “Taxi Driver”, dentro de su duelo personal con el estelar Ryan Gosling. El juego multireferencial nunca se agota, y tienen también razón quienes citan a Walter Hill, Michael Mann o William Friedkin.