Europa deberá refozar sus capacidades militares tras el anuncio de la Casa Blanca de centrar su nueva estrategia militar en Asia y el Pacífico, en el marco del cambio de rumbo realizado por EEUU en los últimos años.

«Este discurso no es una sorpresa para nosotros», aseguró ayer la directora de la Agencia Europea de Defensa (AED), Claude-France Arnould, a AFP. «Se reafirma la prioridad que se da a la región de Asia-Pacífico, pero no significa que ello conlleve la ruptura de su compromiso con los europeos, aliados de primer orden a los ojos de Obama», según manifestó.

El mensaje es, sin embargo, claro: EEUU no tiene ni los medios ni el deseo de seguir asumiendo gran parte de la seguridad de los europeos.

«Los estadounidenses pidieron a los europeos que cooperen más entre sí para desarrollar más sus capacidades milita- res», señaló Arnould, cuya agencia fue creada con ese objetivo.

A pesar de que no se conocen aún las medidas concretas, la «revisión estratégica de defensa estadounidense» tendrá «graves consecuencias para Europa», afirmó David Reeth, del instituto especializado IHS de Jane. «Leyendo entre líneas, está claro que tenemos que prepararnos para una reducción significativa de las tropas de EEUU desplegadas en Europa o en sus alrededores», agregó.

De los 300.000 efectivos que había en el Viejo Continente durante la Guerra Fría hoy quedan menos de 100.000, destinados principalmente en Alemania, Gran Bretaña e Italia.

El impacto de los ajustes presupuestarios estadounidenses se dejarán sentir también en la OTAN, financiada aproximadamente en un 75% por EEUU. «Esta cifra se reducirá significativamente», indicó Reeth, quien, en última instancia, pronostica «un impacto negativo sobre la eficacia global» de la Alianza Atlántica.

Mayor participación

El secretario de Estado de Defensa estadounidense, Leon Panetta, insistió el jueves en que EEUU mantendrá sus compromisos en virtud del artículo 5 de la carta de la OTAN, que establece que un ataque armado contra uno de sus miembros será considerado como un ataque dirigido contra todos los socios de la Alianza.

Pero, al mismo tiempo, Washington pide una mayor participación de los estados europeos y sus fuerzas armadas en las operaciones militares de la OTAN o en el programa «Smart Defense» de redistribución de los recursos, que ha puesto en marcha su secretario general, Anders Fogh Rasmussen.

Varios países están rezagados. Poniendo como ejemplo la operación militar contra Libia y la guerra en Afganistán, el ministro británico de Defensa, Philip Hammond, lamentó nuevamente el jueves que «la contribución de algunos miembros de la OTAN está por debajo de lo que requiere nuestra defensa colectiva, tanto en términos de capacidad como de participación».

Los presupuestos de Defensa europeos se han reducido en un 7% en cinco años hasta llegar a los 194.000 millones en 2010, más de la mitad de ellos dirigidos a gastos de personal, según la AED.

Hasta ahora, en este contexto de austeridad no se ha promovido la cooperación entre países europeos más allá de discursos voluntaristas. Las compras de equipos realizadas en colaboración representaron solo el 22% del total en 2010, lejos del objetivo del 35% establecido cinco años antes.

Por necesidad, en 2012 podrían concretarse nuevos proyectos de cooperación, por el momento bastante modestos, en municiones, satélites o la formación de pilotos.

El ministro británico Hammond, que el jueves se reunió con Panetta en Washington, expresó su preocupación por las consecuencias que los recortes presupuestarios en EEUU puedan tener en el futuro del programa del avión F-35 con capacidad furtiva de que Gran Bretaña es socio y que Londres tiene previsto adquirir para equipar su futuro portaaviones.

Carta de intenciones

Hammond y Panetta se reunieron poco después del anuncio realizado por Washington y durante el encuentro, del que no se dieron detalles pero en el transcurso del cual ambos firmaron una carta de intenciones sobre la «cooperación en materia de portaaviones», que prevé la ayuda estadounidense a Gran Bretaña para entrenar a las tripulaciones y pilotos mientras los portaaviones británicos entran en funcionamiento.

El programa del F-35 se enfrenta a serias dificultades de puesta a punto, que han provocado ya varios retrasos, y de costos, que se han disparado.