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Iñaki Aldekoa, Jon Iñarritu, Alex Larragoiti | Aralar

Turquía, ¿estado modelo?

Tras una visita al Kurdistán Norte, los miembros de la delegación de Aralar realizan un balance en el que denuncian la vuelta a la represión contra el pueblo kurdo por parte de un Gobierno turco, que en los últimos años venía realizando gestos y promesas de lo contrario. A pesar de aparecer en ámbitos internacionales como ejemplo a seguir en Oriente Medio, en Turquía, dicen los firmantes, se viven unos niveles de represión que recuerdan a los duros años de la década de los noventa.

A principios del pasado mes de diciembre, invitados por el BDP y por Abdullah Demirbas, alcalde de Diyarbakir-Sur, una delegación de Aralar, acudimos al Kurdistán Norte. Allí asistimos como observadores al macro-juicio contra 156 representantes políticos kurdos, que se retomó el 6 de dicho mes, y mantuvimos una ronda de contactos con diferentes partidos y asociaciones kurdas.

Las dificultades que encontramos los observadores internacionales para poder acceder al tribunal de Diyarbakir y, de igual forma, el ser testigos de la imposibilidad de los acusados de declarar en su lengua materna; la vaguedad de las acusaciones; así como el hecho que varios de los encausados hubieran sido ya juzgados y condenados por las mismas causas, nos mostró la gravedad de la situación y la falta de garantías democráticas que se están viviendo en Kurdistán Norte.

En las reuniones que mantuvimos con los miembros del BDP (Partido de la Paz y de la Democracia), la Asociación de Derechos Humanos y la Asociación de desaparecidos, nos informaron de los cientos de detenciones de representantes institucionales; acerca de los 96 periodistas (record del mundo superando incluso a China) y de los centenares de menores detenidos; de las innumerables denuncias de torturas; de los más de 250 kurdos asesinados «en situaciones extrañas»; y todo ello, durante los gobiernos AKP. También nos hablaron de las fosas comunes ya localizadas, y de la imposibilidad de desenterrarlos; fosas en las que se encuentran los cadáveres de los más de 17.000 kurdos «eliminados» por el Estado, en su mayor parte, en los años 90. Este es el panorama estremecedor de la «Democracia (a la) turca»; esa que ahora vienen a presentar como «modelo a seguir» en Oriente Medio.

En los últimos años, el partido gobernante en Turquía, el AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo), había realizado ciertos gestos y promesas que dejaban adivinar un cambio en la política represiva ejercida por los sucesivos gobiernos turcos contra el pueblo kurdo: el simulacro de reconocimiento parcial de la identidad kurda; la puesta en antena de un canal en lengua kurda; tras años de prohibición, una aparente tolerancia ante las opciones electorales kurdas; y una reducción de detenciones y torturas.

El espejismo no ha durado mucho. Algunos analistas consideran que estos fueron gestos calculados de cara al cumplimiento de los criterios de adhesión a la Unión Europea, los conocidos como Criterios de Copenhague; o bien una táctica meramente electoral. La realidad es que el Gobierno turco ha vuelto a los peores niveles de represión desde los años noventa. A esto hay que añadir la ruptura de la última tregua declarada unilateralmente por la guerrilla del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistan), por lo que podemos manifestar que nos encontramos con una espiral de violencia acción-reacción que hace temerse lo peor y que nos sitúa en una situación que exige medidas inmediatas de cara a resolver este largo conflicto.

El recientemente finalizado año 2011 pasará a la historia como aquel en el que en Oriente Medio varias sociedades se han levantado contra los regímenes autoritarios que han sometido a sus poblaciones, acontecimientos conocidos como «la primavera árabe». Un año en el que la Comunidad Internacional ha condenado e incluso tomado medidas contra varios de esos estados como Libia o Siria. En este contexto, varios estados y organizaciones internacionales han propuesto el «modelo turco» como el ideal para estas sociedades. Subido a la recuperada doctrina del neo-otomanismo, el primer ministro turco Erdogan se ha paseado por Egipto y Túnez; se ha autonombrado defensor máximo de la causa palestina y de los derechos humanos en Siria; y se presenta como adalid de la defensa de los derechos de los desamparados de la Región. Todo esto, mientras sus fuerzas armadas detienen, torturan y bombardean el Kurdistán, sin piedad alguna.

Es reseñable el hecho que, el pasado día 19 de octubre, la aviación turca bombardease el valle de Kazán (Sureste), en una operación contra supuestos militantes del PKK en la cual fallecieron 37 personas. Todos los indicios llevan a pensar que en ella se utilizaron armas químicas, lo que ha motivado una investigación que está siendo llevada a cabo por varios diputados de los parlamentos europeo y alemán,y encabezada por el miembro del Die Linke, Feleknas Uca. De confirmarse estas sospechas, sería un grave crimen según la legislación internacional que exigiría medidas inmediatas.

La ONU y la UE deben ser contundentes con Turquía. Un estado que fue referente en el siglo XX en varias políticas, como las de educación, la laicidad, el feminismo, la igualdad; donde el Kemalismo tuvo grandes aciertos impulsando las políticas sociales y la igualdad y terribles errores masacrando a las minorías.

En el momento actual, el Gobierno Erdogan está optando por fomentar lo peor del nacionalismo turco, aderezado con un islamismo light pero imparable y eliminando de la sociedad turca los mencionados «aciertos kemalistas». Toda esta estrategia, según varios expertos, no tiene nada de casual sino que está claramente diseñada, y los guías de la misma parecen no ser otros que la siniestra e islamista «Cofradía Gülen» y su líder Fetula Gülen, mentores de los señores Gül y Erdogan.

Finalizamos el viaje en la Asamblea Nacional Turca de Ankara, en un encuentro con los diputados del BDP, formación que cuenta con 36 diputados. Su portavoz, Hasip Kaplan, nos insistió en su preocupación por la situación represiva actual y manifestó su pesar por el poco eco que tiene el «asunto kurdo», no solo en los medios y en las instituciones internacionales, sino también entre las organizaciones de solidaridad con los pueblos. Por último, mostró su interés por el proceso de paz y normalización vascos, sobre los cuales tomó notas, especialmente sobre la labor de los observadores internacionales y sobre la Conferencia de Aiete y sus miembros.

Nos despedimos brindando con agua, ya que el Gobierno islamista ha prohibido el consumo de alcohol, incluso en el restaurante del Parlamento. Brindamos con un nos (salud en kurdo), en voz baja; por la paz, la libertad y todos los derechos de los pueblos de Oriente Medio y del Mundo. Topa!, Nos!, también desde Euskal Herria por un futuro como el que compartimos ambos pueblos, desde la defensa de nuestra identidad nacional y la justicia social.

Pdt: Al estar acabando este artículo, llega la noticia del fallecimiento de 40 civiles kurdos, bombardeados por un supuesto error de la aviación turca. Un suma y sigue en la desgracia del pueblo kurdo...

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