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CRíTICA cine

«La dama de hierro» Con piel de cordero

Mikel INSAUSTI

MMi relación con “La dama de hierro” sólo puede ser de amor-odio, porque detestó tanto el trabajo de la realizadora Phyllida Lloyd como admiro profundamente el de la actriz Meryl Streep. Es de justicia divina que le den el Oscar por su impresionante caracterización de Margaret Thatcher, pero también es cierto que resulta difícil justificar la existencia de películas hechas única y exclusivamente para el lucimiento de su estrella principal, sin aportar nada más al espectáculo o al drama. El segundo largometraje de la responsable de “Mamma Mia!” es un auténtico ladrillo inglés, que seguramente se hará insoportable para los espectadores de la versión doblada, toda vez que la original permite al menos disfrutar del recital de la señora Streep con su trabajado acento “british” y los cambios de voz en las diferentes etapas biográficas del personaje, excepto en su juventud, donde es relevada por una mimética Alexandra Roach que no desmerece al lado de ella.

Meryl Streep lo borda sobre todo en la vejez, aunque su esfuerzo interpretativo cae en saco roto al ser utilizado como chantaje emocional al respetable. La guionista televisiva Abi Morgan hace una labor parecida a la de los abogados de Pinochet, que presentaban al dictador como un viejecito inofensivo ante los tribunales. La narración está estructurada en forma de “flash-backs”, con lo que todos y cada uno de los hechos históricos que protagonizó la primera ministro inglesa son vistos desde la perspectiva manipulada de una mujer senil, para así propiciar un juicio más condescendiente con respecto a su nociva trayectoria política. En ningún instante se quiere reconocer algo tan obvio como que “aquellos barros trajeron estos lodos”, a través de la puesta en marcha del neoliberalismo más sangrante. Y así Phyllida Lloyd, que procede del musical, nos presenta a Ronald Reagan como la pareja de baile de la Thatcher. Debería haberle dedicado una pieza del género al estilo de “Evita”, pero termina decantándose por “El rey y yo”.

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