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Carlo Frabetti | Escritor y matemático

Feminismo y socialismo

En puridad, el socialismo sí lleva implícito el feminismo (y viceversa); lo que pasa es que algunos socialistas no se han enterado (y mientras no se enteren solo serán socialistas a medias)

C on algo de retraso, pero con gran satisfacción y provecho, he descubierto el blog Gezia Lepoan (http:// gezialepoan.blogspot.com), donde he tenido ocasión de leer, entre otros, varios artículos de Ainhoa Güemes y Zaloa Basabe publicados en GARA, en los que abordan, con un rigor y una profundidad por desgracia poco comunes, uno de los problemas más arduos y escurridizos de la lucha contra la barbarie capitalista: el de la pervivencia y ubicuidad de la lógica patriarcal.

Respondiendo al artículo de Güemes «Feministas vascas, conflictivas y conflictuadas», Basabe señala en «El sujeto político feminista y la democracia»: «Para la consecuente construcción de un nuevo marco es necesario comprender que, del mismo modo que no hay grupo social sin identidad, todo movimiento que aspire a convertirse en actor social con voz propia y capacidad de transformación e interlocución debe constituirse en sujeto político. Si queremos trabajar en la construcción nacional desde y hacia el socialismo, debemos igualmente pensar y activar esa construcción desde y hacia el feminismo. Porque una cosa no lleva a la otra, es decir, el socialismo no lleva implícito el feminismo de la misma manera que ser miembro de la clase trabajadora no lleva implícito el ser socialista. La lucha ideológica feminista es necesaria para mantener vivo el permanente cuestionamiento del orden social». Y aunque yo no podría estar más de acuerdo con esta reflexión, me parece oportuno matizar la frase «el socialismo no lleva implícito el feminismo de la misma manera que ser miembro de la clase trabajadora no lleva implícito el ser socialista». Porque, en puridad, el socialismo sí lleva implícito el feminismo (y viceversa); lo que pasa es que algunos socialistas todavía no se han enterado (y mientras no se enteren solo serán socialistas a medias). A conti- nuación, me permito reproducir algunos párrafos de mi libro «Socialismo científico» que tienen que ver con lo anterior:

«A primera vista, la semántica parece una parte de la semiótica. Puesto que la semiótica estudia los signos en general y la semántica se centra en los signi- ficados de las palabras, que son un tipo concreto de signos, parece obvio que la segunda está contenida en la primera. Pero la semiótica se formula mediante palabras, y por tanto es una de las innumerables construcciones lingüísticas cuyos significados estudia la semántica; consiguientemente, la primera está contenida en la segunda. ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?

Si pensamos de forma mecanicista, la paradoja se convierte en aporía, del mismo modo que el problema del huevo y la gallina nos arroja al abismo sin fondo de una regresión infinita (del que solo Darwin puede sacarnos). Pero para el pensamiento dialéctico una paradoja es una verdad cabeza abajo, que nos recuerda, en primer lugar, que `arriba' y `abajo' son conceptos relativos (interrelacionados), que se determinan mutuamente y se pueden -se deben- `sintetizar' para superar la contradicción. La semiótica y la semántica se contienen mutuamente, forman un todo indisoluble, y su desarrollo conjunto es un proceso dialéctico que se inició con los primeros gestos (signos visuales) y los primeros gruñidos (signos fónicos) que nuestros remotos antepasados utilizaron para comunicarse.

Análogamente, puesto que el socialismo lucha por la liberación de todos los oprimidos y el feminismo combate la opresión de las mujeres, el segundo parece una rama del primero. Pero puesto que, como nos recuerda Engels, la explotación de la mujer por el hombre es la primera de las explotaciones y la base de todas las demás, el socialismo es una extensión, una ramificación del feminismo troncal (y radical, valga el juego de palabras). ¿Qué fue antes, la manzana o el manzano?

La cuestión, una vez más, escapa a cualquier intento de explicación ideológica o mecánica. El socialismo y el feminismo se contienen mutuamente (como dos manos entrelazadas), forman un todo indisoluble, y su desarrollo conjunto es un proceso dialéctico, el resultado de una lucha (de clases) que se inició cuando los primeros guerreros empezaron a tratar a las mujeres como si fueran esclavas y a los esclavos como si fueran sumisas mujeres. Y que solo puede terminar con y en la plena autodeterminación de las personas y de los pueblos».

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