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Patxi Zabaleta, Rebeka Ubera, Dani Maeztu Representates de Aralar

El eco de la manifestación silenciosa

Es importante, muy importante el mandato recibido. Es grande, muy grande la responsabilidad originada por la manifestación. Nuestra obligación es que se cumpla lo que quiere de forma expresa la inmensa mayoría de la gente

Contaremos que tuvimos la honra de estar presentes en la más grande de las manifestaciones que jamás ha conocido Euskal Herria y que fue la del 7 de enero pasado, en Bilbao, en solidaridad con los presos y presas vascos.

Contaremos que lo más impresionante no eran las más de ciento cincuenta mil personas que abarrotaron la ciudad vasca, sino la contención, la seriedad y el compromiso responsable de todas ellas.

Se nos había impuesto opresoramente que la manifestación fuese silenciosa, pero el eco que provocó el silencio se pudo escuchar más lejos que el mayor de los gritos y de los estruendos. Se nos prohibieron provocadora y miserablemente fotografías de papel y reconocimientos de cariño en imágenes, pero las presencias se multiplicaron en los recuerdos invisibles. Las fuerzas políticas que irresponsablemente trataron de impedir o perturbar el ejercicio democrático de esta manifestación utilizando hasta el argumento terminológico vergonzante de negar la condición de presos políticos a los presos vascos incurrieron también en falsedades propagandísticas de toda índole. Pero prevaleció la sensatez de la ciudadanía.

Y es que las actitudes de las caras de las no-fotografías aparecían invisiblemente serias pero responsables; las gargantas de los no-gritos callaron hasta enronquecer; y las no-declaraciones de política fueron la expresión más política que pueda imaginar la dignidad.

Como un faro, el Acuerdo de Gernika tenía marcado el camino de la obligación y de la madurez. Misión cumplida.

Hay nadadores de piscina que nunca serán capaces de nadar en aguas profundas. Ha habido organizaciones, partidos, medios de comunicación y personajes que no han tenido la generosidad de estar a la altura de la responsabilidad, y el peor castigo de los tiempos no es el de no ser convocados a la plaza del verdadero debate, sino el de haber antepuesto sus alicortas miserias al desafío de los tiempos.

Tenemos que defender la casa de nuestras descendientes mucho más que la del padre. Tenemos que salvar la tierra que compartimos, mucho más que la propiedad, el legado y la herencia. Tenemos que basarnos en la palabra y el diálogo, que son la esencia de la igualdad y la diversidad, bajo cuyo tejado habita la paz.

Solo hay arma más potente que la palabra, solo hay un eco más potente que el de la voz y son el silencio acordado y el eco del silencio pactado. Si mil personas bien organizadas constituyen un poder, si diez mil personas comprometidas pueden defender un pueblo, cien mil o ciento cincuenta mil personas responsables son la garantía de ganar el futuro.

Es importante, muy importante el mandato recibido. Es grande, muy grande la responsabilidad originada por la manifestación. Nuestra obligación es que se cumpla lo que quiere de forma expresa la inmensa mayoría de la gente de esta tierra.

Con la manifestación del día 7 no se ha cumplido el objetivo, aunque se haya cumplido la misión. Tiene que modificarse la política penitenciaria en el sentido reivindicado y ese objetivo hay que conseguirlo. Ese es un camino de justicia, democracia y paz y, por lo tanto, también de reconocimiento digno a todas las víctimas de todas las violencias, como ha declarado el Acuerdo de Gernika.

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