Raimundo Fitero
De verdad
La verdad de la mentira. Un gobierno vasco de verdad, según Iñigo Urkullu, es un gobierno del PNV. El resto son simulacros. Es un pensamiento expresado en voz alta que transmite la tan querida actitud patrimonialista del ejercicio de la política y de la gobernación. Lo que no es del PNV no es verdad. La verdad sea, dicha, cuando gobierna el PNV, la mentira es mucho más de verdad. Y siempre son vascos de verdad, cuanto más beneficios económicos reporten al partido de verdad y a los políticos de verdad. Los demás les estorban. Su mundo está diseñado para que ellos sean la verdad y los demás la sospecha. Justo lo que piensan los demás, que ellos, de verdad, solamente son un aparato de poder para manejar dinero, repartirlo y suministrar certificados de cualificación vasca dependiendo si se es de los suyos o no.
Esta manía de dar bendiciones e identidades es una actitud muy frecuentada en muchos ámbitos de la vida pública. Si se mira con atención las pantallas, se verá que Fraga, por ejemplo, fue enterrado con la bandera gallega. Nadie ha protestado, ni siquiera los gallegos. En las tertulias de la TDT Party, están desorientados, no acaban de saber si los que han llegado al gobierno son sus amigos, o precisamente por ello, deben tirarse cuerpo a tierra. Algunos se meten con las medidas económicas del gobierno, pero con sordina. Ahora toca Garzón. Pero Urdangarin solamente se toca de refilón.
Menos mal que existen partidos de fútbol de la época, y un nuevo clásico, de los de verdad, viene a entretener al personal. Y Mourinho, muy apaciguado, vuelve a incendiar las tertulias. Algunos de los protagonistas de estos partidos Real Madrid-Barça confiesan su cansancio. Cada dos meses un enfrentamiento es demasiado para cualquiera. Aunque sean los únicos partidos de fútbol, de verdad, a los que acuden aficionados a los campos y son millones los que lo ven por televisión. Pero está empezando a saturarse el asunto. O a poner en peligro la gallina de los huevos de oro. El fútbol en abierto está en cuestión. Y el fútbol en el mercado, sin ayudas directas o indirectas, no se aguanta. Atentos que se puede derrumbar el castillo de naipes.