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Fermin Munarriz | Periodista

En mi rabia mando yo

Desde que el primer cretino erguido gritó, quijada en mano, que aquel trozo de tierra era suyo, la usurpación de lo ajeno no ha hecho sino crecer y sofisticarse. Porque en estas cosas se empieza por la tierra, se sigue por el trabajo y se acaba hurtando el pensamiento y el lenguaje. Y hasta la memoria y el relato.

Esta semana, el presidente de la Mercedes Benz, un tal Dieter Zetsche, ha presentado en una feria en Las Vegas [hay que tener mal gusto] la presunta «apuesta estratégica» de la compañía: compartir coche para reducir la emisión de gases contaminantes. Eso, dicho por alguien que persigue el lucro vendiendo automóviles como el sediento busca agua en el desierto, podría ser la parte de los chistes chuscos de la cena de empresa con una servilleta anudada en la cabeza. Pero la cosa no quedó ahí; mientras el teutón glosaba la medida como «la revolución», a sus espaldas se encendió una imagen gigante del Che Guevara con la estrella de la boina de comandante revolucionario travestida en el logotipo de las tres puntas y el aro de la lujosa firma alemana. En público y a la luz del día. Nos roban hasta el Che para vender mercedes.

Estos angelitos son así. Comienzan usurpando lo tangible, lo cuantificable, y cuando parece que ya no queda sobre la tierra un pedrusco que apropiarse, pasan a hurtarnos las palabras, el pensamiento y hasta el valor simbólico de las cosas para neutralizar su esencia y desnudarlas de su significado. Ocurre también con la memoria colectiva. Será por aquello del relato, pero esta misma semana, desde la España de la saliva seca y las moscas nos han presentado a Fraga como un caballero que hizo posible la democracia en aquellas tierras, a pesar de las constataciones científicas de su denuedo precisamente por lo contrario: consolidar desde notables responsabilidades políticas una dictadura criminal que impedía todo tipo de democracia e intentar prolongar el legado del tirano más allá de su putrefacción, con asesinatos de paisanos de esta tierra incluidos. En público y a la luz del día. Nos roban hasta la memoria para vender cabrones.

Pero todo sistema, por complejo que sea, tiene fisuras, como talón de Aquiles, que lo hacen vulnerable. Es lo que no pueden expropiar, lo que no pueden robar, lo que no pueden hacer suyo: la ira de sus víctimas. Porque en mi rabia solo mando yo.

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