ASIER GOIEASKOETXEA | hermano de eneko, preso en londres
«El régimen carcelario de ‘The Unit’, el módulo donde está Eneko, es surrealista»
Cuando se publiquen estas líneas, se encontrará en Londres, adonde se ha desplazado para visitar a su hermano Eneko en la cárcel de Belmarsh, bautizada como «el Guantánamo británico» por su draconiano régimen penitenciario. Como toda su familia, espera con impaciencia la decisión de la corte de Westminster sobre la demanda de extradición de la Justicia española, que se conocerá el lunes.
Arantxa MANTEROLA | URRUÑA
Aunque podría decirse que, tanto a él como a su familia, les sobra experiencia en lo referente a visitas carcelarias, cuando Asier Goieaskoetxea detalla las condiciones en las que vive su hermano Eneko, encarcelado en Belmarsh desde que fuera detenido el pasado 7 de julio en Cambridge, remarca las palabras. Se diría que de ese modo intenta conjurar el surrealismo de la situación que están conociendo de cerca y contrarrestar la sensación de incredulidad que, sospecha, pueden generar.
Se afana en explicar lo casi inexplicable a través de un pequeño dibujo del trayecto que hacen en el recinto del denominado «Guantánamo europeo» para poder visitarlo. «The Unit, así llaman los propios funcionarios al módulo especial en el que está Eneko –introduce–. En general, el regimen interno de ese centro penitenciario es muy estricto, pero las medidas de seguridad y de control en ese módulo resultan exorbitantes».
Las palabras de Asier son corroboradas por su ama, Lurdes, que conoce múltiples cárceles y va frecuentemente a París para visitar a otro hijo –Ibon– también preso. «Es impresionante» manifiesta con rotundidad.
La «ilógica» carcelaria
Y es que resulta casi imposible de creer que tengan que atravesar un arco detector, les pasen la raqueta detectora, les cacheen, les controlen los oídos, les hagan abrir la boca, enseñar las plantas de los pies tras descalzarse, revisen cuellos, puños y dobladillos de sus ropas y sean olfateados por perros adiestrados. Y todo ello para, al final, poder ver a Eneko únicamente a través de un cristal.
En su caso, además, el severo ritual de control es doble, ya que una vez pasado el primero, los que van a visitar a los presos que se encuentran en The Unit son trasladados en una furgoneta hasta dicho módulo. Una vez allí, repiten todo el ceremonial, inclus, en el caso de los niños. «Les pedí que me dejaran tomar en brazos a mi sobrina de 5 años, asustada cuando le olisquearon los perros, y accedieron», recuerda Asier.
Lo más incomprensible es que son sometidos al mismo control cuando salen del módulo, una vez finalizada la visita, y ello aunque no hayan tenido ocasión ni de tocarse entre ellos.
En esas condiciones visita Asier a su hermano. «Soy de los primeros a quienes dejaron verlo, un mes después de haber sido encarcelado. Antes incluso que a su compañera, que tardó varios meses en obtener el permiso de visita. Pero todavía lo veo a través del cristal. Otros miembros de la familia –la madre, sus dos hijos y su compañera, entre ellos–, han conseguido hace dos meses poder verlo frente a frente, sin cristal» refiere.
Sin embargo, aunque lo han solicitado y tiene derecho a ello, a Eneko aún no le han concedido visitas de convivencia con los dos hijos de 5 y 8 años.
Las rigurosas normas se aplican también a la lengua que deben utilizar para comunicarse. Les obligan a hacerlo en inglés, y solo en el caso de que algún interlocutor desconozca la lengua les es permitido hablar en castellano con un traductor. «Durante la visita está presente un funcionario que va apuntando cosas de la conversación, y si hablamos en euskara, nos amenaza con cortarla. Eneko ha pedido un traductor de euskara. No se lo han negado, pero dicen que todavía no lo han encontrado», indica.
Visita en silencio
En alguna ocasión, la cuestión del idioma ha frustrado la visita. «El 7 de octubre fueron a verlo su compañera, sus hijos y ama, pero cuando llegaron a la cárcel no permitieron pasar a ama porque no había traductor. A los dos días lo intentó de nuevo y le dejaron verlo, pero con la condición de que no le hablara, por lo que tuvo que permanecer en silencio durante toda la visita».
Por supuesto, la correspondencia en euskara tarda tres veces más que las cartas escritas en inglés e, incluso, en francés o en español.
Como en el caso de las visitas, las condiciones de vida impuestas a Eneko Goieaskoetxea y a todos los presos de The Unit son también reflejo de la rigidez del régimen interno.
Permanece 22 horas al día en la celda y no tiene derecho a ninguna actividad. Únicamente puede acceder a los libros de la biblioteca penitenciaria. No le está permitido pasarle ningún libro del exterior (ni de estudio, ni diccionarios), ni música, ni ropa, salvo la primera vez que les dejaron meterle un mínimo.
Tardó meses en poder tener una radio y en recibir prensa: «Dos semanas después de ser detenido, se le comenzó a mandar GARA, pero solo se lo han hecho llegar hace unos tres meses. También le hemos suscrito a ‘‘El Paí’’s, el único diario en español que reciben allí. Eso sí; se los entregan con días y a veces semanas de retraso. Desde que recibe la prensa de aquí, está mejor porque puede seguir los acontecimientos de los últimos meses. Dispone de una televisión y de una radio, pero solo capta las emisoras que emiten allí en TDT», explica Asier.
«La única ventaja, si podemos llamarlo así –continúa–, es que puede hacer una llamada telefónica de 10 minutos todos los días, por supuesto, en inglés o con traductor si el interlocutor no lo habla». También refiere que, a pesar de que cumplen a rajatabla el reglamento interno, la actitud de los funcionarios hacia los presos es, en general, «correcta, incluso indolente».
La situación de Eneko depende de la resolución que el lunes adopte la corte de Westminster respecto a la demanda de extradición. «Por de pronto, la de su compañera y sus hijos ya cambió desde la detención, ya que aunque desde hacía casi diez años vivían lo más normalmente posible, lo hacían bajo una identidad falsa y sin contactos con sus allegados y su país. Ahora, pese a que a su padre lo hayan encerrado, en cierta forma se les han abierto otras puertas y los chavales están descubriendo y conociendo a la familia y pronto vendrán a conocer Euskal Herria».
Un momento que anhela su abuelo Gotzon que, al estar muy impedido físicamente, no puede desplazarse hasta Inglaterra. «No sé cuándo podré ver a Eneko –dice emocionado–, pero estoy deseando abrazar a esos dos nietos que no conozco».
«Ya sabemos que estas cosas son políticas, pero tengo esperanza»
La vista de la demanda de extradición de Eneko Goieaskoetxea se celebró el pasado 15 de diciembre en Westminster. «En cuanto fue detenido, la Audiencia Nacional tramitó varios dossieres, pero como al parecer las acusaciones no tenían mucho peso, fue enviando otras peticiones. En total, son ocho demandas», manifiesta su hermano Asier antes de apuntar que «las únicas pruebas en las que la Justicia española basa sus acusaciones son las confesiones realizadas por un primo durante una detención incomunicada en la que sufrió malos tratos».
La base argumental de la defensa del militante abertzale ha sido «totalmente técnica», prosigue. «Durante el periodo de detención, mi hermano no tuvo asistencia letrada, como obliga la ley. Es cierto que hubo un abogado de oficio, pero, al estar incomunicado, no podía tener contacto con él, lo que en la práctica es como si no estuviese», recalca.
Asier alberga «esperanzas» respecto a la decisión del tribunal, «aunque ya sabemos que estas cosas son totalmente políticas». Sin embargo, sus padres Lurdes y Gotzon se muestran más recelosos, en buena medida por lo que llevan conociendo desde hace muchos años.
El lunes, a primera hora de la tarde, la jueza Daphne Wickham dará a conocer su decisión respecto a las pretensiones de la Audiencia Nacional y saldrán de dudas, aunque no es automático que la situación de Eneko cambie de inmediato, ya que, tanto si aceptan la extradición como si la rechazan, ambas partes –Fiscalía y demandado– tienen opción de recurrir la sentencia. A.M.