DORA SALAZAR ARTISTA
«Intentamos hacer una asociación de mujeres artistas; es interesante apoyarnos y visibilizarnos»
Nació en Altsasu en 1963. Estudió en la Facultad de Bellas Artes de Leioa y realizó estudios de doctorado en escultura. Ahora vive entre Bilbo, Donostia y Zumaia, donde tiene su estudio de trabajo. Conocida por sus esculturas expuestas en la calle -«Campanilla» en el aeropuerto de Noain, las piezas del malecón de Zarautz, el homenaje a Clara Campoamor...- la feminidad es una constante en su obra.
Ane ARRUTI | GERNIKA
El museo Euskal Herria de Gernika expone hasta el próximo 8 de abril la exposición «Del estudio a la calle», articulado en dos ámbitos diferenciados, el Estudio-Creación y la Calle-Transformación. En la sala de exposiciones se muestran maquetas, dibujos y una selección de cuatro esculturas del proyecto «Cuentos para adultos», además del vídeo «El vuelo de Dora Salazar».
Como su propio nombre indica, en esta exposición muestra los entresijos de su trabajo antes de ser expuesto en la calle. ¿Qué le ha llevado a ello?
Llevo mucho tiempo ya trabajando en el mundo del arte. He ido colocando algunas piezas de calle y quedan un poco sueltas, cada una en un sitio. Quería vincularlas con mi trabajo de galería. Son piezas que están por ahí, pero tienen mucha relación con todo el trabajo. Porque el trabajo del estudio es una especie de laboratorio donde se gesta y se genera todo lo demás. Se hace una publicación y era una buena excusa para hacer una recopilación.
Los mismos dibujos y maquetas se convierten en obras en sí mismas, ¿no?
Exacto, porque el resultado es importante pero el proceso también. De este modo se consigue además un tono didáctico. Es más fácil ver de dónde salen las cosas; y ves el camino que se ha seguido.
¿Dedica mucho tiempo a ese proceso de preparación?
La cabeza está siempre en función de eso, aunque no estés con un proceso entre manos, digamos que la mirada la tienes dirigida. Abordar un proyecto de calle es una cosa que me encanta pero también es una responsabilidad muy grande. También depende de los plazos, no cuenta solo tu voluntad... Esa es la diferencia de trabajar para ti o trabajar para fuera: el espectador, la ciudad, los lugares concretos... Tienes bastantes condicionantes.
Ha solido recibir bastantes encargos. ¿Eso le limita de alguna manera?
En los proyectos de calle hay un poco de todo. Hay algunos encargos, otros son convocatorias a concurso... Realmente, en casi todos he tenido libertad en cuanto a tema, en cuanto a la manera de proyectarlo... Los condicionantes están en el lugar, en las condiciones... En el que más condicionada he estado ha sido en la pieza que realizamos hace poco en homenaje a Clara Campoamor. Digamos que hay una responsabilidad con una persona y yo ahí quería que mi obra tuviera menos protagonismo y más su labor. Por otro lado es bonito, es salir un poco de tu estructura.
La feminidad está muy presente en su obra. ¿Qué es lo que más le intriga de ella?
La feminidad es un elemento complejo de definir. Como mujeres creo que es importante visibilizarnos. Trabajar sobre la manera que yo entiendo las cosas creo que es rico también. Veo la obra de Esther Ferrer, de Elena Asins, Maripuri Herrero..., por decir algunas más mayores que yo... Y veo referencias, me gustan, y digamos que yo también estoy intentando encontrar ese mundo alternativo y paralelo al mundo masculino, ya que toda la Historia del arte está generada por ese mundo. Aparte, es hablar desde ti, yo tengo una experiencia como mujer.
¿Cómo es ese mundo simbólico alternativo que busca?
Universalidades no hay. Creo que es más interesante lo particular. Intento establecer otras pautas. Es un trabajo de investigación. Al final he ido viendo que tengo una obra bastante personal. Se establece como un vínculo especial. De un tiempo a esta parte más temáticamente, pero anteriormente igual ese planteamiento era más compositivo, elegir tres elementos en vez de uno muy grande...
En ese mundo, uno de los elementos con los que juega son las máscaras.
Hicimos un vídeo hace tiempo con las máscaras. Son la representación de la cara, como la escultura es la representación del cuerpo. Estas piezas que están colocadas en el museo pertenecen a la serie «Princesas», que están incluidas en el libro «Cuentos para adultos». Se basan en la historia del juguete y el juego, y en la idea esa de la muñeca y de la princesa. Todas queremos ser princesas de pequeñas y parece que no nos van a dar pautas, pero nos dan más de las que creemos. Otra idea que me surge cuando estoy trabajando es que cuando era pequeña quería ser mayor y ahora que soy mayor quiero ser pequeña; digamos que trabajo con estructuras de cuando era pequeña. Debajo de toda la obra sí que hay una crítica, pero tampoco hay una exposición de unos conceptos claros sino un lanzar ideas para que cada cual haga su propia relación. No quiero imponer unas ideas.
¿Siente un compromiso por seguir tratando la feminidad?
Sí. Ahora, por ejemplo, estamos intentando hacer una asociación de mujeres artistas. Creo que es interesante que se involucren más colectivos y unirnos, apoyarnos y visibilizarnos. Lo individual está bien, pero en lo colectivo se aprenden muchas cosas.
¿Diría, entonces, que todavía queda mucho para mejorar?
Sí, sí, nos queda mucho camino por recorrer. Pero hay que tomarlo también de una manera agradable, como una forma para contrarrestrar opiniones...
Su obra ha conseguido salir del estudio a la calle. ¿Qué sentimientos le provoca?
Haces las cosas y normalmente te olvidas de ellas. Las obras están colocadas en sitios que no recorro habitualmente. Cuando voy, lo que más me gusta es observar la reacción que la gente tiene con ellas. Si se vincula, no se vincula... Tengo el estudio en Zumaia y, de vez en cuando, voy a Zarautz y me gusta ver cómo se relaciona la gente con las piezas. Yo también las miro como espectadora, ya casi ni me pertenecen.
¿Cuando concibe las obras, lo hace pensando en un espacio concreto?
Sí, la primera premisa es el lugar. Suelo trabajar a partir de los significados. Por ejemplo, en las piezas de Zarautz, con el sitio hay unas consecuencias. Cuando me puse en el sitio, imaginé piezas pequeñas, casi de galería, porque cuando estás ahí quieres ver el horizonte, el mar. Las piezas hacen un recorrido, porque es un paseo que se recorre mucho.
Habla de descubrir la escultura y no imponerla.
Claro, podía haber trabajado una pieza descomunal. Me dan mucho respeto los elementos de la naturaleza. En la ciudad tenemos muy pocos espacios de horizonte abierto y hay que bloquear lo mínimo posible.
En la muestra de Gernika, hay piezas que ya están en la calle, pero también hay dibujos y maquetas que todavía no han llegado a ejecutarse. ¿En qué trabaja actualmente?
El de «La mujer árbol» lo vamos a hacer por medio de la Fundación Kutxa. Va a ser para la temporada que viene, quieren hacer una granja escuela cerca de Donostia. Y luego hay otro, el de las «Sirgueras», un homenaje a las mujeres que arrastraban los barcos. El año pasado presenté los bocetos y está a la espera de que se aprueben los presupuestos; a ver qué pasa. Gustar, ha gustado. También estoy exponiendo en Algorta, en la Casa de Cultura de Torrene.
Citaba los presupuestos... ¿Se nota la crisis?
El arte está como un artículo de lujo. Directa o indirectamente afecta. Yo trabajo mucho con galerías, se vende mucho menos. Antes no lo había notado, pero este año que he expuesto sí que se nota.