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No hay soluciones escritas, sino fuerzas en marcha

El nuevo tiempo político que, no sin dificultades y provocaciones, va abriéndose camino en este país parece haber entrado en lo que en términos de baloncesto se llama un tiempo muerto. Un tiempo que se pide cuando un equipo está en apuros, necesita reorganizarse, introducir cambios o preparar nuevas jugadas. El PP vasco hizo público esta semana su disgusto sobre el devenir de los acontecimientos tras el anuncio de ETA de dar fin a la lucha armada. Admitió sus apuros por no poder contrarrestar el liderazgo de la Izquierda Abertzale y su capacidad para marcar agenda e invitó a PSE y PNV a jugarle un «tres contra uno». El PNV, inmerso en su debate interno, con Urkullu como director de orquesta, se obsesiona por «ganar o ganar» unas elecciones autonómicas que parecen cada día más próximas. Introduce cambios en su equipo, prepara esa jugada, y parece hacer de ella un «todo por el todo», su prioridad absoluta. La Izquierda Abertzale, por su parte, también se toma un tiempo para optimizar su instrumental interno y trabajar en la transición organizativa ante una eventual legalización de Sortu.

Mientras tanto, la ciudadanía vasca observa con cierta inquietud este momento. Consciente de que tras ser protagonista de hitos históricos como la arrolladora irrupción electoral de Bildu, la declaración del cese definitivo de las armas de ETA o la gigantesca manifestación de Bilbo para traer a los presos a casa, son pocos los pasos que se están dando en la buena dirección para ir arreglando todas las consecuencias del conflicto e ir articulando un dialogo político, adulto y resolutivo, que aborde con honestidad sus causas. Observa a líderes más preocupados en la refriega entre partidos que en convertir el anhelo popular de paz y libertad en más trabajo, esa esperanza en más esfuerzo, y el impulso social en realidades concretas.

Entre detenciones y nuevas condenas de cárcel, ausencia de liberaciones de presos, viables desde un estricto cumplimiento de la ley, con Arnaldo Otegi en prisión o Sortu y la «Doctrina Parot» en la nevera del Tribunal Constitucional, cobra sentido la tendencia de las personas, tan cortas de tiempo y hartas de sufrimiento, hacia el escepticismo. Cierto punto de desánimo inducido por la ansiosa prisa de resolverlo todo al instante y la tozuda realidad de que los momentos históricos de todo proceso político nunca se pueden congelar.

Que el camino que se va recorriendo iba a ser largo y difícil era sabido antes de emprenderlo. Que llegar al final del trayecto no va a ser, como se dice en el basket, cuestión de un tiro imposible, milagroso, en el último segundo que haga ganador a este país y que todos los partidos políticos puedan sentir esa victoria como propia. La cosecha de ese triunfo requiere una larga y laboriosa siembra, que una mano limpie a la otra y que todas se pongan a esa tarea.

Más real cuanto más popular

La transición hacia las soluciones definitivas no puede pretenderse hacer como una labor de partidos y entre ellos. La rigidez política que, en mayor o menor medida, se observa en sus estructuras es bastante generalizada. Por una parte, tras años de persecución e ilegalización de la Izquierda Abertzale, ahí está el desgaste organizativo. Por otra, el afán de mantener a cualquier precio los privilegios de quienes se han beneficiado de esa situación, ha hecho autoritario el ejercicio del poder, dificultando el dinamismo y el fortalecimiento de las organizaciones populares.

Sin embargo, parece obligado ser explícito al afirmar que dicha transición será tanto más real cuanto más popular sea, cuanto más amplifique, celebre y potencie otras voces, y más libertad construya para que cada ciudadano, de acuerdo con su conciencia, sus hobbies y creencias, pueda colaborar en esa tarea colectiva. Y, además, esforzarse en todo ello, no como una consigna, sino como la vía natural.

Urge, por tanto, reforzar celosamente la conversación con la ciudadanía del país, atender sus razones, interpretar sus inquietudes, apoyando, sin hacer referencia al partido del que emanan, todas las medidas que sirven y dan servicio a ese apasionante desafío. Y todo ello porque, como en la vida, en Euskal Herria no hay soluciones escritas, sino fuerzas en marcha. Es preciso crearlas, para que las soluciones vengan.

Volver al crómlech de la experiencia propia

Este país reúne condiciones fundamentales que, utilizadas con prudencia y flexibilidad, permiten mirar los retos planteados con esperanza. Desde la constatación de la existencia de un camino recorrido a lo largo de la experiencia, construido en torno a una amplia alianza sobre un programa democrático, pluralista y de libertad, consagrado por el voto, por una Euskal Herria independiente y socialmente avanzada: la Unidad Popular.

El proceso político se ha acelerado y ha cambiado la foto fija que parecía enquistada, las tecnologías han revolucionado multitud de aspectos de nuestras vidas, pero es bueno hacer una pausa y reflejar que las cosas más importantes - libre pensamiento, honestidad revolucionaria, pluralidad de opiniones y, más crucialmente, la independencia personal y colectiva- no cambian.

En el recuerdo de quienes han precedido en esa lucha y frente al futuro que a todos ha de juzgar, mantener vivo y accesible ese espíritu hará lo imposible inevitable.

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