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Alejandro Sota Aíra Ingeniero energético y miembro de AVACA (Asociación de Vecinos Afectados por Centrales Atómicas)

El riesgo de prorrogar Garoña

Garoña tiene 40 años de vida e intenta una ampliación adicional hasta los 50 años. En el mundo no existe ningún reactor nuclear comercial que haya operado más de 43 años, así que será una especie de experimento nuclear inédito

La industria nuclear internacional no ha sido capaz de frenar el declive de la energía nuclear a lo largo de la última década. En 2010, las energías renovables habían alcanzado, a nivel mundial, una potencia global de 381 GW, superior a los 375 GW de la energía nuclear. A primeros de abril de 2011, había 437 reactores nuclearse funcionando en el mundo, siete menos que en 2002.

Este panorama es muy preocupante para la industria nuclear, porque considerando que los reactores se hayan diseñado para 40 años de vida, ya no sería posible la reposición del parque nuclear actual, necesario para mantener el nivel de producción eléctrica de origen nuclear.

Reponer los 209 reactores que caducarían antes de 2025 supondría poner en marcha un reactor cada 19 días, algo irrealizable. Esta es una de las razones fundamentales para que la poderosa industria nuclear emplee toda su capacidad de presión, tanto técnica como económica, que es mucha, en extender la vida de los viejos reactores nucleares más allá de los 40 años.

En la actualidad hay 437 reactores en explotación, cuya vida media es de 26 años. Hay 130 reactores fuera de servicio cuya vida media ha sido de 22 años. Parece, pues, muy preocupante y arriesgado, que la influyente industria nuclear obtenga licencias para extender, más del doble, la vida media de los reactores del parque nuclear mundial. En España tenemos Garoña, uno de los reactores más antiguos, con 40 años de vida e intentando una ampliación adicional hasta los 50 años. Por cierto, en el mundo no existe ningún reactor nuclear comercial que haya operado más de 43 años, así que todo lo que sea superar esa vida será una especie de experimento nuclear inédito.

Garoña no es ningún ejemplo de energía barata. La rentabilidad económica de su construcción y explotación estuvo garantizada por la Adminis- tración Pública, a través del sistema regulatorio y de los costes de transición de la competencia, que supuso para el sector eléctrico una subvención de 350.000 millones de pesetas pagada por los ciudadanos a través del recibo de la luz durante 35 años. Sin embargo, el único que se beneficiaría de la prórroga sería el propietario, en lugar de ser la propia Administración. Garoña en nada influye en el precio del mercado eléctrico, y el precio de la electricidad será el mismo con o sin Garoña.

A pesar del informe del CSN que, por cierto, no reemplaza la responsabilidad del Gobierno ante un accidente nuclear, el reactor nuclear de Garoña no está libre de problemas en su integridad. Debido a un defectuoso proceso de fabricación en los años 60, padece un problema de agrietamiento por corrosión bajo tensiones, causante del agrietamiento generalizado de las penetraciones.

También ha tenido problemas de roturas de las virolas del barrilete y problemas similares en otros componentes principales. La barrera de contención de seguridad MARK1 es igual a la de Fukushima, donde se puso claramente en evidencia su mal funcionamiento, puesto que cuando se presurizaba la contención, se expulsaban los gases radioactivos al exterior, contaminando el medio ambiente.

El sistema de refrigeración de Garoña, que se alimenta directamente del Ebro, está produciendo la contaminación térmica de sus aguas y una elevación térmica en el embalse de Sobrón. Una empresa de inspección independiente, contratada por Greenpeace, ha realizado mediciones a lo largo del Ebro y en el embalse de Sobrón durante dos periodos del año 2011, obteniendo medidas que superan, en mucho, los límites térmicos establecidos por la Confederación Hidrológica de Ebro. Estas temperaturas deterioran el ecosistema. Los caudales del Ebro son cada vez menores y la central aumenta la temperatura del embalse. Dado que existen procesos técnicos, como las torres de refrigeración, que hacen escasamente necesaria la utilización de las aguas del Ebro para la refrigeración de Garoña, debería exigirse la implementación de tales sistemas.

Como se ve, en la prórroga operativa de Garoña los beneficios para el propietario son muchos, la presión de la industria nuclear enorme y los riesgos para el ciudadano considerables.

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