Análisis | IGLESIA vasca
Iceta mueve ficha ante el nuevo escenario abierto en Euskal Herria
El nuevo escenario abierto en Euskal Herria ha obligado al obispo de Bilbo a mover ficha para que la Iglesia no pierda protagonismo en el futuro. Mario Iceta juega sus cartas con cierta soltura frente al discurso cavernícola de su homólogo donostiarra. Son tímidos movimientos, aunque todo apunta a que la jerarquía de la Iglesia vasca ha decidido mover ficha para no ser ajena al nuevo escenario abierto en Euskal Herria. Quien espere una gran implicación se equivoca, más bien es un gesto para no quedar descolocada.
Agustín GOIKOETXEA
Son tímidos movimientos, propios de una institución anquilosada por los rítmos que imprime su jerarquía cuasi medieval, pero es cierto que una parte de los pastores de la Iglesia vasca se mueven ante el nuevo escenario abierto en Euskal Herria tras el anuncio de ETA de cese de la lucha armada. Unas semanas antes del histórico comunicado de Euskadi Ta Askatasuna, en el inicio del curso pastoral, el obispo de Bilbo, Mario Iceta, ya avanzó en su homilia en la catedral de Santiago que «la Iglesia quiere ofrecer el ungüento de Cristo para curar heridas, consolar en el dolor, derribar muros de división y colaborar en la construcción de una sociedad justa, reconciliada y en paz».
La presencia del obispo emérito Juan María Uriarte y el exdirector de Derechos Humanos del Ejecutivo Ibarretxe, Jon Mirena Landa, en la última reunión del Consejo Presbiterial que presidió el pasado lunes Iceta, es un nuevo gesto. Justo cuando por la mañana, en una entrevista radiofónica, su homólogo donostiarra, José Ignacio Munilla, mostraba la otra cara de los nuevos valores que la Santa Sede y el presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal madrileño Antonio María Rouco Varela, han comenzado a insuflar a la Iglesia vasca con las designaciones de ambos neoconservadores para las diócesis de Bilbo y Donostia.
Munilla e Iceta son las dos caras de una Iglesia conservadora, aunque sí es cierto que el gernikarra es más hábil en jugar sus cartas consciente de que su episcopado será largo y que no es posible en poco tiempo desenmarañar la red de complicidades construida en las últimas cuatro décadas. Un primer movimiento fue autorizar a Ángel Mari Unzueta a que participase en la Conferencia Internacional de Aiete, además de ser uno de las personas representativas de la sociedad vasca con las que se reúne periódicamente el Grupo Internacional de Contacto (GIC) que lidera Brian Currin. Unzueta Zamalloa, uno de los vicarios de Mario Iceta, muy valorado entre la curia vizcaina crítica con el prelado y un hombre muy cercano a Uriarte.
La importancia de que el obispo emérito expusiese sus tesis en el Consejo del Presbiterio, en las que aboga por «asumir el mensaje cristiano de la reconciliación», no se le escapa a nadie. Al contrario que su sucesor en el episcopado, el de Fruiz propone que se cultive «la fiabilidad de la Iglesia ante toda suerte de víctimas de la confrontación».
En ese encuentro, en el que los consejeros solicitaron la recuperación de una comisión de paz y reconciliación «atenta a la nueva situación, se barajó -según señalaron a GARA fuentes diocesanas- la posibilidad de que participase como ponente otro sacerdote muy vinculado a Uriarte y a la búsqueda de la paz, se trata de Joseba Segura Etxezarraga. Finalmente, no fue así aunque el gesto de Mario Iceta no gustó a Munilla.
Joseba Segura ha vuelto de Ecuador, donde se ha encargado de la dirección de Cáritas, y puede ser una buena baza del obispo de Bilbo para no perder el tren en el nuevo escenario. Desde la curia vizcaina se destaca la valía de quien fue exdelegado de Pastoral Social, matizando que el equipo de Iceta «le tratará de atar en corto para no desentonar» en el discurso de los prelados de Hego Euskal Herria. El arzobispo de Iruñea, Francisco Pérez, y José Ignacio Munilla vienen incidiendo en la cuestión del arrepentimiento, en vez de la reconciliación, defendiendo las tesis de la ultraderecha española respecto a las víctimas de ETA.
Pérez González, que fue arzobispo castrense en el periodo 2003-2007 antes de arribar a Iruñea, ha declarado que «la reconciliación no es un paternalismo barato en el que aquí nada ha ocurrido. Cuando ocurren dramas profundos, sobre todo para las víctimas, no solo hay que pedir perdón, sino que hay que cumplir con la penitencia, con la justicia». Munilla no se queda a la zaga y sus manifestaciones a borbotones, que complacen a la caverna mediática española, son la imagen más cruda de la Iglesia vasca que quiere Rouco Varela y Roma, a pesar de los matices de Iceta.
A pesar de los más de seis años en Quito, Joseba Segura mantiene una tesis clara acerca de por dónde debe transitar la sociedad vasca en el camino de la reconciliación. Es, sin duda, pieza clave para esa comisión que demanda la curia a Mario Iceta. Son hipótesis que se barajan en el seno de la Iglesia de Bizkaia, aunque es cierto que el afectado viene repitiendo que le queda trabajo por hacer en Ecuador. Entre los titulares que han dado sus últimas entrevistas a distintos medios de comunicación, este sacerdote bilbaino ha defendido sin tapujos que «nadie puede esperar que ETA reniegue de su historia, de su razón de ser, o que pida perdón por una ideología político-militar» o que la izquierda abertzale debe ser legalizada y sus militantes presos excarcelados.
Para una mayoría de presbíteros, religiosos y laicos, Segura Etxezarraga puede ser una pieza clave para «encarrilar» la aportacion de la Iglesia vasca al nuevo escenario, aunque a nadie se le escapa que las riendas las llevan dos jóvenes obispos que tratarán de agradar a quienes les nombraron o apoyaron sus candidaturas ante Roma. A la vista de la evolución de los dos últimos años, cabe pensar que mucho tiene que cambiar la Iglesia católica para que acabe escuchando a la mayoría de los cristianos vascos.