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Iker Bizkarguenaga | Periodista

Hasta que sintonicen nuestra frecuencia

Patxi López se reunió con Mariano Rajoy y a la salida dijo que lo había visto receptivo. Iñigo Urkullu hizo el mismo camino poco después y explicó que había encontrado a su interlocutor receptivo. Y llegados a este punto, uno se pregunta si el nuevo inquilino de la Moncloa es una persona o una antena. Porque así, a bote pronto, y entendiendo que ninguno de los dos entre en detalles de lo que trataron con el presidente español, no acierto a comprender el alcance real de esa afirmación compartida y en qué se va a traducir concretamente.

Porque, por el momento, mientras aquí los pasos se suceden uno tras otro, e incluso parece que se está empezando a desbrozar el carril político, todo indica que para Madrid la prioridad es ponerle sordina al proceso y conducirlo a una situación de bloqueo, desde la que pueda maniobrar con mayor comodidad. Buscando, de paso, desgastar a quienes han sido artífices de una oportunidad histórica para cerrar el conflicto en términos democráticos.

Por ello, cuando tanto Urkullu como López sostienen que al Ejecutivo del PP hay que darle margen para que se adecúe a los nuevos tiempos, es normal que a muchos se nos arrugue un poco el entrecejo. Desde luego, paciencia este pueblo ha demostrado que tiene de sobra, y no creo que nadie pretenda solucionar en unos pocos meses una contienda política que nos acompaña desde hace siglos. No es eso. Lo que sucede es que mientras algunos apagan pebeteros y cierran etapas, en Euskal Herria se siguen viviendo situaciones sangrantes que requieren movimientos urgentes.

Es el caso, por ejemplo, de Txus Martin, a quien acaban de denegarle la libertad provisional a pesar de su grave dolencia; Jose Mari Pérez, Txuri, a quien con 25 años de cárcel a sus espaldas le ha dado un infarto; y otros prisioneros en condiciones extremas. Su situación, más allá de lo que a Rajoy le cueste digerir el cambio de ciclo, podría arreglarse de forma rápida si hubiera voluntad. Pero esta no aparece por ninguna parte.

Así que vamos listos si tenemos que confiar en la longitud de onda de estos tres tenores. La clave sigue estando en la capacidad de movilización de la sociedad vasca, que ha demostrado tanta perseverancia como paciencia, y que no va a parar hasta que todos sintonicen la frecuencia que emite este país.

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