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Fabio Javier Echarri | ESCRITOR DE UN ENSAYO SOBRE EUSEBIO ZAMACOLA

«Zamacola se enfrentó a todo para conservar sus convicciones»

Escritor, profesor, licenciado en Historia y fundador del Centro Vasco de Chaco (Argentina) Kotoiaren Lurra. Entre sus obras literarias figuran «El cura caminador», «Si no fuera por los perros» y el ensayo dedicado a Eusebio Zamacola con el que recibió el Premio Andrés de Irujo del año 2010.

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Koldo LANDALUZE | DONOSTIA

«Zamacola. Un bandolero vasco en el Chaco» nos descubre las vivencias de un personaje irreductible que apostó por la aventura siguiendo fielmente su particular código de conducta. Desde la provincia argentina del Chaco, el autor de este libro -Fabio Javier Echarri- nos invita a ser partícipes de la aventura protagonizada por este bandolero que nunca mataba o hería.

«El euskara fue la primera lengua materna de Eusebio Zamacola Abrisqueta, a quien su madre le había enseñado a rezar el Padrenuestro y que, a pesar de no ser católico practicante, jamás olvidó». De esta manera se inicia el apasionante itinerario vital de un basauritarra nacido el 5 de marzo de 1904 y cuya brújula vital le llevó a protagonizar un viaje sin retorno en los siempre inciertos territorios de la aventura. Fabio Javier Echarri -escritor, licenciado en Historia y fundador del Centro Vasco en el Chaco Kotoiaren Lurra- ha seguido su estela enraizado en la cultura popular de las mismas raíces del Chaco.

En el recorrido vital que nos propone en «Zamacola. Un bandolero vasco en el Chaco», topamos con un personaje lindante a la leyenda o creado para habitar un cuento. ¿Cuándo escuchó por primera vez su nombre? ¿Qué le empujó a escribir este libro?

En la década de 1970, cuando yo era muy chico, Eusebio Zamacola visitaba a mi abuelo en su casa de Sáenz Peña, en el interior del Chaco, pues él vivía en un pueblo llamado Quitilipi, ubicado a 20 kilómetros. Obviamente, en ese entonces, yo no sabía sobre su historia. Pasarían muchos años hasta interiorizarme; y esta primera información me llegaría de parte de familiares y amigos.

El saberme de origen vasco -algo que se resaltaba mucho en mi familia paterna-, y mi vinculación con el Centro Vasco del Chaco me llevaron a abordar esta temática. La historia de Zamacola la venía posponiendo; quizás porque no sabía a ciencia cierta qué podría haber detrás de ella. Hasta que tomé la decisión de investigar a fondo su vida, encontrara lo que encontrara. Así lo hice, y salió el ensayo «Eusebio Zamacola Abrisqueta: un basauritarra en el Chaco argentino», que fue merecedor del Premio Andrés de Irujo 2010 otorgado por el Gobierno Vasco, editado el año pasado y presentado en Donostia hace pocos meses en el marco del V Congreso Mundial de Colectividades Vascas. Ese trabajo fue la base para la novela «Zamacola, un bandolero vasco en el Chaco», y la escribí porque entendía y sentía que había «lagunas» que con la ciencia no podía llenar, sentimientos que quería expresar... la novela, como género literario, se presta a ello. Y Zamacola se lo merecía.

¿Quién era Eusebio Zamacola?

Eusebio era un vasco, nacido en Basauri en 1904. Fue reclutado por el ejército español, prestó servicios en la Legión Extranjera, y tuvo que combatir contra los bereberes del norte de África cuando contaba con apenas 16 años. Al volver a la península, militó en el anarco-sindicalismo, lo que le valió persecución durante la dictadura de Primo de Rivera. Decidió emigrar a Argentina por cuestiones políticas y en busca de una vida mejor. Llegó en 1924 a Buenos Aires. Aquí se encontró con una situación que en algunos aspectos era semejante a la que se vivía en España, y no tardó en tener problemas con la policía. Llegó al Chaco en 1930.

Cometió algunos delitos menores para sobrevivir, pero luego se convirtió en bandolero. Y un bandolero no es un delincuente común: tenía principios y códigos, y quienes estaban con él tenían la obligación de cumplirlos. No hería ni mataba, no asaltaba a los humildes. Y se enfrentaba a las grandes empresas explotadoras de trabajadores y a una policía muy cuestionada por casos de abuso y corrupción. Eso le granjeó la simpatía de la gente común del Chaco.

Tal y como relata en su libro, Zamacola entró a formar parte de la cultura popular del Chaco. ¿Resultó difícil investigar estos detalles de su vida?

La investigación no fue fácil y me demandó casi tres años. Los dos hijos mayores, nacidos de su primer matrimonio, han fallecido. Los restantes ocho ya no viven aquí y no pude lograr su testimonio. Pero tuve la suerte de contactar al nieto mayor, Domingo Zamacola, que tiene una rica historia contada por su abuela, Sara Scharaff, mujer del Vasco en su etapa de bandolero. Después tuve el aporte de mi abuelo, y del ahijado de Zamacola, el hijo de «Tucán» Ifrán, compañero en la banda. Pero todos los datos que me brindaron fueron contrastados con bibliografía, información periodística y documentos oficiales. Han sido fundamentales el prontuario policial original y los periódicos «La Voz del Chaco» y «El Territorio» de la década de 1930.

Un titular de la época lo define de esta manera: «El Vasco no mata». Es una de las muchas singularidades de este personaje, pero ¿cuál es la que más le atrae?

El Vasco no solo no mataba, sino que ni siquiera hería. ¡Y bien que podía hacerlo! Prefería la huida al enfrentamiento. Pero hay un testimonio muy valioso, que me atrae especialmente, y es del encargado de la sucursal de una empresa que robaron. Este sostuvo ante la prensa y la policía que el Vasco le dijo que tomara su salario del dinero que se llevaba, porque él no robaba a los trabajadores. Seguramente el empleado cobraría luego su sueldo, no se quedaría sin salario. Pero en ese hecho Zamacola dejó en claro sus principios: a los trabajadores y humildes no les robaba. El mantenerse firme en sus convicciones es la particularidad que más me atrae de este personaje.

En su ideario de forajido perviven muchos elementos de su pasado anarquista y una especial inclinación a robar a los ricos.

Así es. Actuó en determinados momentos con otro bandolero al que llamaban Mate Cosido, que en el Chaco algunos sostienen que era el jefe del grupo y Zamacola su lugarteniente. Pero cuando el Vasco se retiró de la escena delictiva y Mate Cosido siguió actuando, su accionar demostró la diferencia existente entre los dos. Por lo que en esa banda, estoy convencido -y se prueba con documentación-, Zamacola no tenía jefe. En toda su etapa de bandolero resistió a la autoridad y no admitía ningún gobierno: su pasado anarquista siempre estuvo presente. Y por supuesto que tenía como blanco a los ricos, sobre todo a las grandes empresas explotadoras, que compraban la producción local a bajo precio y la exportaban, obteniendo grandes ganancias. Ellas eran su principal blanco, y actuaba con precisión quirúrgica. Esto aumentaba su popularidad y le granjeaba enorme simpatía.

¿Cómo era el Chaco que habitó Zamacola?

El Chaco era y es muy especial. Posee una geografía cubierta de montes naturales tan espesos que se denomina a la región El Impenetrable. Los naturales de esta parte del país resistieron la penetración española durante la etapa colonial, y el territorio fue conquistado después de la década de 1870 por el Ejército Argentino, cuando los indígenas ya no pudieron sostener una lucha que se presentaba desigual. A partir de entonces fue colonizado y vinieron muchos inmigrantes: de provincias vecinas, de Paraguay y de distintos países de Europa, lo que conformó un verdadero mosaico de razas. Entre 1920 y 1935 el Chaco triplicó su población -un crecimiento sin parangón en Latinoamérica-, lo que desordenó la estructura administrativa de la gobernación, que se vio sobrepasada en todos los aspectos. La corrupción de la clase gobernante, funcionarios y policías, era moneda corriente. En esa época convivían indios, criollos e inmigrantes. La producción agrícola era intensa, el ferrocarril penetraba en el monte virgen uniendo las colonias y pueblos. Se habían instalado grandes empresas que fomentaron la explotación de la madera para fabricar durmientes y tanino, y otras que comercializaban la producción agrícola, pero actuaban sin ningún control de parte del estado y el trabajador no tenía derechos. Tampoco los tenía el ciudadano: el gobernador era designado por el presidente de la República y no se elegían diputados. Esta situación persistió hasta que el Chaco se convirtió en provincia, en 1951.

Se intuye en su personalidad elementos muy románticos. Da la sensación de que perteneció a una casta muy especial de aventureros que se subraya con esa añoranza a querer regresar a Euskal Herria.

Sin lugar a dudas fue un aventurero muy especial, pero también es cierto que todos los inmigrantes tenían algo de aventureros. Dejar sus familias, sus tierras, su país, para ir a un lugar desconocido en busca de un futuro mejor, era una verdadera aventura. Máxime para los inmigrantes europeos que venían al Chaco, un territorio agreste y hostil a veces, con una temperatura en verano que llega frecuentemente a los 45° centígrados. Eso amedrenta a cualquiera. Pero a Zamacola hay que agregarle que en su etapa de bandolero, que sumó 8 años de su vida, debía huir y arreglárselas en un monte impenetrable, buscar comida, construir su propio refugio, transportarse a caballo, evitar los caminos, y esperar encontrarse con la policía... No cualquiera se arriesga a correr esa aventura. La añoranza de volver a su patria no le es propia. Me atrevo a decir que gran parte de los inmigrantes soñaban con retornar cuando mejorara la situación en la que estaban. Así se consumían sus vidas. Pero el caso de los vascos es especial, y algo que me toca: supieron transmitir a sus hijos, nietos y bisnietos la cultura vasca y el amor por Euskal Herria. De ahí el sentimiento de la diáspora vasco-argentina: no conozco a nadie que no sienta añoranza por la tierra de sus mayores y quiera visitarla seguido.

La comunión entre el forajido y el lugar que habitó siempre inspira baladas o poemas. ¿Existe alguna canción dedicada a Zamacola?

En el Chaco, la figura de Zamacola fue con el tiempo un poco opacada por la de Mate Cosido. ¿La razón? Porque a éste último nunca lo atraparon; nunca se supo nada de él al poco tiempo que fue capturado el Vasco. Se tejieron muchas hipótesis: que habría sido asesinado por un compañero para quedarse con su dinero, que habría huido a Paraguay donde tenía familia etc. Mientras que Zamacola fue a la cárcel y se reintegró en la sociedad como un hombre responsable y trabajador. Entonces, el protagonista de las canciones fue Mate Cosido. Podemos mencionar «Historia de Mate Cosido» que interpreta Juan Carlos Baglietto, y «Bandidos rurales» de León Gieco, en la cual menciona a Zamacola.

Por eso también quise rescatar la historia del Vasco, como un verdadero protagonista y no un actor de reparto. Porque se lo merecía. Como se merece una película. Ese es un sueño que tengo; que alguien pueda hacerla.

En un ejercicio de imaginación, ¿qué epitafio debería figurar en la lápida de Zamacola?

Una pregunta muy difícil, porque un autor se compromete con el personaje y deja de ser objetivo. Pero en ese ejercicio de imaginación que se me propone, un posible epitafio sería: «Aquí yace Eusebio Zamacola, un hombre de convicciones que se enfrentó a todo para conservarlas». Porque creo que se puede discutir y condenar su estilo de vida y su accionar, o se puede ensalzar su comportamiento social. Esto está en cada uno. Lo que no se puede, creo, es decir que el Vasco traicionó sus convicciones.

«Conexión Euskadi-Argentina»

Zamacola sigue la estela de muchos otros vascos que cruzaron el charco y desaparecieron para siempre de nuestra memoria. No es un personaje conocido aquí. ¿Existieron otros personajes de características similares?

Argentina fue un país elegido por los vascos emigrantes desde la época de la conquista española. Recordemos a Domingo Martínez de Irala, fundador de Asunción del Paraguay, que se reveló y rompió vínculos con la corona; o Juan de Garay, fundador de las ciudades de Santa Fe y Buenos Aires. Vale aclarar que en Argentina el sentimiento vasco es muy grande, y el casi centenar de euskal etxeak que existen lo prueba. Aquí, cuando hablamos de vascos, no nos referimos solamente a los nacidos en Euskal Herria, sino a sus descendientes. Y para nosotros, uno es tan vasco como otro. Quizás esto sea difícil de entender allí, pero es una realidad. El sentimiento vasco y argentino no es algo antagónico, sino complementario. Por ello hablamos de vascos que actuaron en las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807, en la Revolución de Mayo de 1810, en la Declaración de Independencia de 1816, en las Guerras de Independencia. Hablamos de vascos ilustres en la ciencia y la cultura, como Luis Federico Leloir Aguirre y Bernardo Houssay -Premios Nóveles-, y Héctor Chavero Haram -Atahualpa Yupanqui- y José Larralde. No importa si son de primera, segunda o cuarta generación. Para nosotros son vascos. Existen miles de personajes vasco o vasco-argentinos cuyas historias merecen ser contadas. Aquí las conocemos y nos enorgullecemos. Solo falta que sean conocidas en Euskal Herria. K. L.

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