El Kursaal de Donostia asistió en la mañana de ayer al nacimiento de un nuevo movimiento social: Herrira. Al calor de la colosal manifestación del 7 de enero, y con el trabajo desarrollado por la iniciativa Egin Dezagun Bidea como precedente más inmediato, su objetivo es devolver a los presos y exiliados a casa. Llenar las sillas vacías que aún aguardan en cientos de hogares de este país. Este nuevo sujeto tiene como principal característica su vocación de ser abierto, popular y plural, en la medida que conecta con demandas mayoritariamente compartidas en la sociedad vasca, tal como indican todos los sondeos, el último difundido hace apenas unos días, y como se ve cada día en nuestras calles.

La superación de las medidas de excepción que los estados aplican a los represaliados vascos, la liberación de todos aquellos que se encuentran enfermos y de los que han cumplido la condena o los plazos legales para acceder a la libertad, y la derogación de la doctrina 197/2006 del Tribunal Supremo, que de facto condena a los presos a una suerte de cadena perpetua, son algunas de las reclamaciones por las que 110.000 personas colapsaron hace un mes las principales avenidas de Bilbo, y con ellas quieren acercarse los promotores de Herrira a todo tipo de agentes de Euskal Herria y también del ámbito internacional. Lo harán para devolver a los represaliados y represaliadas los derechos que les son conculcados, lo harán al objeto de posibilitar su aportación al proceso de soluciones en el que está embarcado este pueblo, y lo harán desde la convicción de que la resolución del conflicto debe hacer posible el regreso a casa de todos los presos y exiliados políticos vascos.

Herrira es fruto del compromiso y la solidaridad de mucha gente y muy diversa, y es asimismo resultado de la experiencia que la sociedad vasca ha acumulado durante décadas de lucha, en las que los familiares y allegados de los presos nunca se han sentido solos. De ese compromiso y experiencia nace un movimiento nuevo, abierto a la participación de todos los que crean que no hay solución con barrotes. Y está visto que en este país son mayoría quienes así lo piensan.