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SEGUNDA B Lemona

«Fe, esperanza y poca caridad con los rivales»

Alfonso Barasoain confía en que el esfuerzo de su equipo tenga recompensa.

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Amaia U. LASAGABASTER

Cuatro meses y medio sin conseguir la victoria y seis sin cobrar. No hay clavo que agarrar en el Lemona y, sin embargo, su entrenador no quiere oir hablar de resignación. Quizá es porque en su larga carrera ya hay un par de capítulos milagrosos; quizá porque sus jugadores «son un ejemplo de profesionalidad». Pero lo cierto es que Alfonso Barasoain mantiene la confianza. E incluso la sonrisa. «Siempre hay que sonreir a la vida. Aunque estos lunes no den la opción ni de ponerse al sol».

En Arlonagusia acostumbran a ser día de caras largas. Con quince jornadas por delante, los entrenamientos se dirigen ya con pizarra y con calculadora. «Cada jornada que pasa y no se gana, el porcentaje de puntos que se va necesitando aumenta. Pero es lo que hay y no podemos tirar la toalla. La toalla es para secarse la frente y seguir adelante. Aunque para eso se necesita mucha fuerza mental».

Por ahí pasa ahora mismo el trabajo de Barasoain, a la par o incluso por encima de aspectos técnicos. «El estado de ánimo es determinante en el deporte. Lo que pasa es que no es fácil exigir a los jugadores un esfuerzo máximo con esta situación, como tampoco es fácil ser receptor a esa exigencia. Porque se une todo, el tema deportivo, el problema económico, incluso el campo, en el que ni siquiera podemos entrenar en condiciones porque se encuentra francamante mal, lo que también te impide jugar como querrías en los partidos... Se une todo y en esas circunstancias es complicado exigir». Y, sin embargo, «la respuesta de los jugadores es digna de elogio. En ningún momento han bajado los brazos y solo piensan en hacer ese esfuerzo añadido que supone dejar al margen la situación extradeportiva y en seguir adelante».

Un adelante que implica sumar prácticamente dos tercios de los 45 puntos que restan por disputar. Aunque en opinión de Barasoain es un error pensar en esos términos. A fin de cuentas, «los partidos solo puedes ganarlos de uno en uno. Mis jugadores están teniendo una gran actitud y están consiguiendo que, si no se gana, por lo menos se pierda con dignidad y dando la cara. Para que lleguen los resultados, hay que seguir con ese trabajo, con el convencimiento de que no somos tan malos como reflejan los trece puntos de la clasificación y pensar solo en el próximo partido».

Recuerdos y enseñanzas

Un próximo partido que llevará a Barasoain a enfrentarse al equipo con el que ha escrito algunos de los capítulos más memorables de su carrera. No solo porque capitaneó el primer ascenso del Eibar a Segunda A, sino porque en dos ocasiones logró su permanencia con un milagro equiparable al que ahora mismo necesita el Lemona. El técnico de Mungia no quiere aferrarse a aquel recuerdo «porque del pasado no se vive y porque, además, las circunstancias no tienen nada que ver», pero admite que lo vivido con el equipo armero «sí me sirve para mantenerme fuerte. Aquellas experiencias me hicieron muy fuerte mental e interiormente y lo que aprendí entonces intento transmitirlo ahora: nunca hay que dar la espalda a la competición, nunca hay que abandonar y siempre hay que mirar adelante, con fe, esperanza y poca caridad con el contrario».

Claro que, antes de ese choque frente al Eibar, el Lemona recibe mañana (19.00) al Tudelano en la vuelta de los cuartos de final de la Copa Federación. Barasoain confía en hacer bueno el empate (2-2) de Elola y que el buen hacer en el torneo tenga su «recompensa a nivel económico para el club -a partir de semifinales se reparte dinero a los equipos- y que ese aliciente de ganar pueda tener un efecto dominó en la Liga».

Razones de peso para aceptar un reto

«Sobre todo, porque soy vocacionalmente entrenador, me gusta mi trabajo. También porque quería trabajar, porque quería poner mi grano de arena para ayudar al Lemona y, no voy a mentir, también por ganar algún dinero, aunque ese fuera el aspecto menos importante». Esos son los motivos por los que Alfonso Barasoain llegó en diciembre al banquillo cementero, cuando la crisis económica deportiva e institucional eran evidentes. Ni se arrepiente ni tomaría ahora otra decisión.

Lo llamativo es que el equipo con el que ascendió, Amorebieta, y el que dejó justo antes de comenzar la temporada, River, representan la otra cara de la moneda. Algo que no le extraña. «El Amorebieta ha mantenido un buen grupo, se ha reforzado muy bien, y además todo lo que rodea al equipo, cuerpo técnico, directiva, afición..., es muy bueno. Y el River también tiene un buen equipo, que está muy bien dirigido y con una grandísima afición detrás. No me sorprende nada cómo les va». A.U.L.

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