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El carnaval tradicional escapa de la hoguera del olvido en Lapurdi

La lucha entre lo nuevo y el viejo, de lo blanco contra lo negro, la pelea incruenta y deslenguada contra lo establecido... el carnaval rural, con su color y unión con la naturaleza, ha vuelto a revivir en Lapurdi, según constata el exhaustivo estudio del antropólogo Thierry Truffaut.

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Amaia EREÑAGA | DONOSTIA

Hace tres décadas, a Thierry Truffaut le pidieron que «se ocupara» de un grupo de danzas y que recuperara para ellos las danzas tradicionales de Lapurdi, perdidas ya casi debido a que resultaban menos espectaculares que las de otras zonas de Euskal Herria. A partir de ahí, este antropólogo, que reivindica la «militancia» a favor del mantenimiento de nuestro patrimonio cultural, inició lo que se puede calificar como el trabajo de toda una vida, plasmado en un volumen, editado ahora gracias a una beca concedida en 2005 por la Fundación José Miguel de Barandiaran de Ataun. El resultado es un libro titulado «Vers un inventarie des traditions carnavalesques et hivernales de la province du Labourd», que mezcla el francés, el euskara y el castellano, y donde se establece un inventario completo de las tradiciones de invierno de esta provincia de Euskal Herria, extrapolable a otras zonas de Ipar Euskal Herria. Incluye también tres dvds, con 40 monografías por cada municipio de Lapurdi, testimonios personales y documentos fotográficos y en vídeo. El precio, 35 euros.

La pérdida de los valores rurales a favor de los urbanitas, en el Lapurdi de los años 60-70, supuso la desaparición también de la práctica del carnaval tradicional, una fiesta que va más allá del folklore y hunde sus raíces en una función de cohesión social. Como apuntaba Thierry Truffaut, actualmente es «la única fiesta donde la juventud puede vivir la vida del pueblo y que se integre la gente que ha venido a vivir aquí. Es un lugar donde la juventud puede vivir su cultura sin la turistificación». Lo urbano ha supuesto, por ejemplo, que localidades como Beskoitze, que hace 25 años tenía únicamente 600 habitantes, ahora haya pasado a los 2.500. Por tanto, «es importante que el carnaval funcione de nuevo».

El inventario efectuado por este antropólogo constata esta recuperación de una tradición que se remonta a siglos atrás: la primera prueba escrita es de 1314, con una prohibición de esta práctica «pagana» por parte de la Iglesia, y la primera imagen data de 1802, de unos kaskarrotas, los jóvenes solteros del pueblo que, vestidos de inmaculado blanco y adornados con joyas y cintas, recorren las casas de la localidad. El padre Donostia relataba que, en 1918, los kaskarrotas de Ziburu hacían de las suyas cuando, en su ronda, en una casa no les abrían la puerta para que recobraran fuerzas. Todas las «vergüenzas» y los chascarrillos de sus dueños eran «lanzados» a la vía pública en forma de versos deslenguados.

El libro permite conocer a su vez a los personajes del carnaval labortano, muy similar al colorido de otras zonas de Ipar Euskal Herria, con sus trajes y sus características particulares: está el oso -que sale el 2 de febrero-, los maskak -cubiertos con máscaras y que hacen todo tipo de diabluras-, el makilari, kotilun gorri o marika -como los joaldunak navarros-...

Cuando se le pregunta en qué lugares de Ipar Euskal Herria se mantiene mejor la tradición del carnaval rural en la actualidad, Thierry Truffaut no duda en destacar tres especialmente: el carnaval de Uztaritze, el único donde se hace todavía ronda por los caseríos: el de Itsasu, por su belleza, y el de Beskoitze, en cuyo domingo de carnaval, cuando a la salida de misa se bailan todas las danzas carnavaleras.

PROHIBICIÓN

La referencia escrita más antigua del carnaval en Lapurdi data de 1314. Es una prohibición, cómo no, de una fiesta que la Iglesia intentó llevar a su terreno. Actualmente, se celebran carnavales tradicionales en casi todas las localidades del herrialde.

A por la declaración de la Unesco

En los 70, solo tres pueblos de Lapurdi mantenían los carnavales tradicionales; actualmente, apuntaba Truffaut, se organiza uno en cada pueblo. Otro ejemplo: cuando recuperaron el carnaval de Baiona, pocos de quienes participaban sabían euskara y tenían que traducir los textos al francés para poder entenderlos; actualmente, todos se hacen en euskara. Una labor producto de muchos años de trabajo de muchas personas como Truffaut, quien ayer reivindicaba el «militantismo cultural» tanto de los antropólogos como de otros sectores de la sociedad, incluida la prensa, que deben convertirse en su opinión, en el relevo de la transmisión oral en la época rural. «Debemos participar en la valorización y la restitución de la cultura inmaterial», apuntó.

Precisamente conseguir que los carnavales de Ipar Euskal Herria sean declarados Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, una calificación concedida por la Unesco, es una de las reivindicaciones que está sobre la mesa hace algún tiempo. El día 18, en el festival Hartzaro de Hazparne, se entregará el libro de Truffaut a los alcaldes de Lapurdi, aunque el objetivo es concitar un movimiento popular que lleve esa petición ante la Unesco. A.E.

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