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Raimundo Fitero

El material

Si alguien ha corporizado el arte contemporáneo es Antoni Tàpies, recientemente fallecido. Este pintor, artista, escultor, teórico desde la acción práctica, o quizás poeta de la materia, como alguien lo definió, ha sido un exponente de una raza de creadores que se han mantenido fieles a su concepción, que han sabido conjugar su visión vanguardista de su labor, con su compromiso social y político, y que han formado parte del imaginario de varias generaciones, colocado en un lugar privilegiado. Su catalanismo fuera de toda duda, lo ha hecho universal.

Tàpies ha sido, también, un artista televisivo. Al menos en el sentido de que a lo largo de su longeva vida ha sido visitado por numerosos programas, productores, espacios, con el fin de acercarse a su creación y a su pensamiento. Reconocido en el mundo entero, ha sido cuestionado hasta en su propia casa. La sensación de ser un artista muy cuidado por los sucesivos gobiernos catalanes, despertaba toda suerte de comentarios, algunos con cierta justeza, y la inmensa mayoría fruto del desconocimiento, el populismo más arbitrario, la demagogia y la envidia.

Como tantas veces sucede en estos tiempos mediáticos, era más conocida su figura ligada a colaboraciones con instituciones catalanas, a posturas políticas expresadas sin aspavientos pero con convicción, que a su propia obra, de la que se han acercado siempre las cámaras para mostrar lo obvio, lo más evidente, pero que no ha sido un creador de masas, ni conocido medianamente. Recuerdo un reportaje magnífico de hace unos años emitido por el canal francés «Arte», que considero como el mejor y más argumentado, profundo y didáctico acercamiento a la figura de este grandísimo artista plástico de nuestro tiempo que alcanzó la gloria universal con su cara de cura educado y sus apariciones públicas con corbata y gafas impolutas. Su desaparición nos debe servir, entre otras muchas cosas, para revisar su obra, su legado, su contribución al avance de las artes plásticas, a partir de su particular, singular e incalificable mirada al alma, a los colores y especialmente a los materiales, con los que trabajaba su poética trascendental.

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