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Dabid LAZKANOITURBURU Periodista

Siria, veto ruso y el plan B de Occidente

Responsabilizar a Rusia, por su veto en la ONU a una resolución contra al-Assad, de la guerra civil en ciernes en Siria tan falaz como atribuir al Kremlin una desinteresada preocupación por el bienestar de la población siria.

Con su posición, y escaldada por el antecedente libio -una operación de protección civil que se convirtió en una campaña aérea de derribo del régimen gadafista-, Moscú defiende sus intereses geoestratégicos. Los mismos, aunque en este caso, y de momento, antagónicos, que defienden EEUU, Estado francés y Gran Bretaña, junto con las satrapías del Golfo, al rechazar una salida negociada y exigir la cabeza en bandeja del presidente sirio.

De la misma manera, negar la cruenta represión del régimen sirio de las protestas (Homs) es tan insultante como presentar a los rebeldes armados como hermanitas de la caridad (Alepo).

Es posible que ni unos ni otros incluyeran hace meses en sus cálculos que la situación derivara en una guerra civil. Pero, a estas alturas, todo apunta a que el órdago ya está sobre la mesa.

No está tan claro que no sea ese el escenario previsto por Occidente -que no por Rusia-. Reacio a una intervención abierta en una zona de altísimo riesgo, qué mejor que sean los sirios los que se maten entre ellos para recoger luego las migajas. Un desenlace provechoso para Israel en su contienda contra Irán, el aliado de Siria.

Un plan B que tendría el mismo resultado, aunque por distinta vía, que el registrado en Egipto, Bahrein, Libia y Yemen, donde, utilizando todas las posibilidades de intervención -indirecta, directa, o por delegación-, se han frustrado las expectativas de cambio de la mayoría de sus sociedades.