Una vez más, el paso de dos ciudadanos vascos por ese espacio de impunidad que es la incomunicación se ha saldado con un testimonio de malos tratos. Una vez más, un escalofrío ha recorrido el espinazo de aquellos que cuando hablan de derechos humanos lo hacen de corazón y no como un soniquete con el que rellenar discursos vacíos. Y una vez más, el maltrato ha sido tapado por una manta de silencio cómplice por los de siempre, los violentos.