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«Me agobiaría pensar que he llegado al límite de mis posibilidades»

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Judith Jauregui

Pianista

Judith Jauregui, de 26 años y nacida en Donostia, es una de las pianistas de las que más se está hablando últimamente en los circuitos clásicos, especialmente desde que hace un año publicara su primer CD en torno a Schumann, «El arte de lo pequeño», que cosechó críticas magníficas. Asentada en Madrid, vuelve este fin de semana a Bilbo para actuar en el Musika-Música.

Mikel CHAMIZO | BILBO

La pianista donostiarra se une al «Esplendor ruso» del Musika-Música con dos recitales en los que interpretará una obra carismática del repertorio ruso para piano, «Las estaciones» de Tchaikovsky. Será a las 11.00, en la bautizada como sala Tugénev, y repetirá a las 20.00 en lasala Chéjov.

Otro año más en el Musika-Música. Su relación con este festival viene de largo.

Sí, actué aquí por primera vez en el 2008 y este es mi quinto año consecutivo. Para mí es muy especial porque fue el primer festival que creyó en mí, su equipo fue el primero que me apoyó y me puso sobre el escenario. Recuerdo que toqué la «Fantasía Wanderer», de Schubert, y gracias a esa actuación me surgió la posibilidad de participar en el festival de La Roque d'Anthéron, que dirige también René Martin.

Va a tocar dos veces el ciclo de «Las estaciones» de Tchaikovsky. ¿Por qué esta colección?

En primer lugar porque son doce obras muy bellas, pero también muy fáciles de escuchar. Son doce acuarelas de escenas rurales y campestres: la pieza de febrero habla del carnaval, la de agosto trata de la recogida de la siembra, con tormenta de verano incluída... Son piezas nada intelectuales pero sí muy descriptivas y cercanas, sin muchos dramatismos. En Rusia, «Las estaciones» están consideradas obras para niños, pero con ellas, al igual que con las «Escenas de niños» de Mompou, ocurre que cuando las toca un adulto adquieren otra dimensión muy distinta. Ya no tienen nada de infantil.

La música para piano de Tchaikovsky, al margen de su concierto y «Las estaciones», no es demasiado conocida. ¿Por qué será?

Es que, realmente, donde mejor funciona Tchaikovsky es en las formas grandes, eso no se puede negar. Las sinfonías y los conciertos, los de violín y piano, es donde se recrea en mayor medida Tchaikovsky. Su música para piano es buena, pero es comprensible que no haya trascendido tanto como la de la Rachmaninov o Scriabin.

¿Qué cualidades tiene que tener un pianista para tocar «Las estaciones» y, en un plano más general, la música rusa?

La escuela rusa exige una técnica muy pulida y perfecta, pero no se queda solo en eso. Creo que lo que caracterizaba de verdad a los compositores rusos era su búsqueda de libertad. Por eso su música no es rígida y el intérprete necesita mucha flexibilidad para tocarla, de técnica, por supuesto, pero también de corazón y espíritu. Y mucha humanidad, porque es una música pasional y terrenal. En el caso de «Las estaciones», creo que lo más deseable es tener una rica vida interior, haber experimentado, o al menos ser capaz de imaginar proyectar las imágenes que emanan de estas doce acuarelas para piano.

Cambiando de tema, el día 24 presentará en Donostia un proyecto junto al actor José Sacristán. Cuéntenos algo sobre él.

Es un homenaje a Antonio Machado, en el que Sacristán se caracteriza como el poeta y yo soy un ángel que le guía por el camino a través de la música. De esta forma, se va creando una relación entre la poesía de Machado y la música, si los poemas son tristes, dramáticos o más alegres. Es un espectáculo especial, delicado e íntimo.

¿Cómo ha sido la colaboración? ¿Ha sido fácil entenderse?

Sacristán es un actor de 70 años con toda una carrera a sus espaldas, y sin embargo, aunque pudiera ser altivo, es humilde, trabajador y profesional. Cuando trabajamos siempre insiste en que yo esté cómoda, porque estoy empezando y él, al fin y al cabo, es una gran figura. Nos hemos llevado muy bien a pesar de la diferencia de edad, pero es que con él una tiene la sensación de que está en una película y no puede dejar de reir sus bromas. Además con este proyecto él ha descubierto a Marta Argerich y está emocionadísimo.

¿Le gustan este tipo de proyectos o lo suyo es más el recital clásico de piano?

Enriquecen muchísimo artísticamente, porque te abren la visión a otros campos. Te inspira conoces otras artes y a otra gente, te abre la mente. Por eso me gusta hacer 3 o 4 de estos conciertos-fusión al año. Son bomboncitos, pero mi carrera, lo tengo muy claro, está orientada a los conciertos y a los recitales. Pero estas cosas no se pueden despreciar, porque tienen un gran valor artístico y además permite renovar el público de la música clásica.

Cada vez le está yendo mejor y tiene compromisos más importantes. ¿Lo imaginaba cuando era una adolescente donostiarra que empezaba a dar conciertos?

Desde niña me he proyectado sobre un escenario, cierro los ojos y veo que es ahí donde tengo que estar. Para mí es lo natural y lo normal. Me va bien, pero mi meta está mucho más lejos. Estoy encantada, feliz con todo el trabajo que tengo este año y las cosas importantes que van saliendo. Pero lo que quiero es que siga así siempre. Me agobiaría pensar que he llegado al límite de mis posibilidades.

Mucho por oir aún en Musika-Música

31 fueron los conciertos que se sucedieron ayer en el Musika-Música desde las 11.00 de la mañana hasta las 22.30 de la noche. Hay que sumarles, además, los protagonizados por conservatorios y escuelas de música. Hoy domingo, última jornada del festival, la tónica será parecida y los melómanos tendrán a su disposición otros 28 conciertos dedicados a explorar los recovecos de la música rusa del período nacionalista. Además de mucha y variada música de cámara, 13 serán sinfónicos y corales. A las 11.00 comenzarán simultáneamente el Coro de la Capilla de San Petersburgo, con canciones populares rusas, y la orquesta Musica Viva, que junto al pianista Adam Laloum tocarán el «Concierto para piano nº1» de Rachmaninov. Otras citas destacadas de la mañana serán la Sinfonía Varsovia con los populares «Capricho español», de Rimski-Korsakov, y «Noche en el Monte Pelado», de Mussorgsky (12.15), y la Real Filharmonía de Galicia con la «Sinfonía nº4» de Tchaikovsky (12.30). A las 17.00, llegará uno de los conciertos más peculiares y esperados: el de la Bilboko Udal Musika Banda junto a la Sociedad Coral de Bilbao. A las 19.30, la Real Filharmonia repetirá con Kolja Blacher para el «Concierto para violín» de Tchaikovsky, y a las 20.45 volverá la Sinfonía Varsovia para clausurar el festival a ritmo de los ballets de este mismo autor. M.C.

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