CRíTICA cine
«En tierra de sangre y miel» El Holocausto bosnio
Mikel INSAUSTI
No estoy seguro de si me molesta más “En tierra de sangre y miel” o las declaraciones de Angelina Jolie en torno a la película, propias de la desfachatez que se le supone a una estrella de Hollywood tan endiosada como ignorante. Viene a decir que Occidente y el cine han dado la espalda a la tragedia de los Balcanes, cuando es precisamente su realización la que menos aporta al conocimiento de lo ocurrido hace dos décadas frente a las muchas otras que se han hecho eco del tema. En plena contienda, Serdjan Dragosevic ya había realizado “Bonito pueblo, bonitas llamas”, que tendría una influencia decisiva en títulos posteriores como el conocido “En tierra de nadie” de Danis Tanovic o el reciente “The Tour” de Goran Markovic. Pero es que además, toda la obra de Emir Kusturica o de Goran Paskaljevic analiza las consecuencias de la excisión de la antingua Yugoslavia en 1.991 desde dentro. En el exterior “La verdad oculta”, “Welcome to Sarajevo”, “Las flores de Harrison”, “La mirada de Ulises”, “Disparo al corazón”, “La sombra del cazador” o “Territorio comanche” han mostrado diferentes perspectivas de un mismo conflicto.
Angelina Jolie se ha debido de pensar que nadie ha pasado antes que ella por Bosnia con una cámara, tal vez porque confunde su papel de embajadora de Buena Voluntad de la ONU con el de cineasta. El colmo es que ni siquiera ha podido rodar en Sarajevo, ya que su guión resultaba tan maniqueo que las protestas, incluida la de Kusturica, aconsejaron trasladar la filmación a Budapest. Confunde a los serbios con los nazis y a los bosnios con los judíos, así que su visión de los horrores de la guerra es tendenciosa, superficial y sensacionalista. Para su estreno al otro lado de las cámaras debería haber confiado la escritura de este romance impedido a alguien más experto y familiarizado con la realidad balcánica, en vista de la falta de emoción y autenticidad que ofrece el retrato de la pareja protagonista serbobosnia, la cual desempeña un papel más bien simbólico.