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CRíTICA teatro

Tras el humo

Carlos GIL

Calixto Bieito toma unos textos de Edgar Allan Poe, traducidos al castellano por Julio Cortázar, y con ellos y la magnífica composición musical de Maika Makovski, que canta en inglés, plantea un espectáculo teatral en el que deja el peso de los significantes en la carga de simbolismos e imágenes que aportan los textos, para lo que al actor, Juan Echanove, lo coloca en el fondo, fundido con las paredes de una buena escenografía, con las manos en los bolsillos, diciendo unos tremendos textos, desoladores, que van rebotando por las paredes, recogidos por la artista al piano, volando en canciones, creando una atmósfera escénica sugerente, sobrecogedora, con trazos de fantástica, como si todo transcurriera en otro tiempo.

Este es el inicio, este el pulso de la obra, son los momentos mágicos; música, cantante, actor, textos y humo, mucho humo, una cortina de niebla, hasta hacer desaparecer los cuerpos, el piano, un derroche químico que acaba tejiendo otro tipo de niebla, teatral, porque llega un momento en el que Echanove se saca las manos de los bolsillos, y narra, ya no siente, sino que enfatiza, ya no es una voz armada de simbolismos, sino un actor gesticulante que sobreactúa, que declama. Y ahí nos perdemos. O mejor dicho, miramos a la pianista, a la cantante, que se mantiene hierática en su tono, que hace espectáculo tras el humo.

Y sobresale, y se nos pierde el texto en tanto interiorizar desde fuera, en la respiración forzada. Y el esfuerzo queda por delante de la poética, y esperamos a que vuelva al registro del principio, pero se nos va en un suspiro, el humo vuelve a cegar nuestros ojos, y aplaudimos porque hemos vivido una velada teatral magnífica, aunque con esas disfunciones que le impiden ser de excelencia. Y apuntamos el nombre de la pianista, compositora e intérprete, Maika Makovski, un descubrimiento.

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