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Análisis | Unidades móviles de eutanasia a domicilio

Holanda, la libre voluntad y el derecho a decidir cómo morir

El autor analiza las múltiples implicaciones de la unidades móviles de eutanasia que ya circulan en Holanda, su funcionamiento y el concepto de «vida completada» sobre las que se sustentan y sobre cómo son favorables a cierta idea de autodeterminación.

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Mikel ZUBIMENDI Periodista

Holanda es un país pequeño, densamente poblado y de gran proyección global conocido por sus tulipanes, por la naranja mecánica de Johan Cruyff o por ser la sede del Tribunal Penal Internacional. Pero para mucha gente en el mundo, significa mucho más: una zona de protección especial del progresismo o, si se prefiere, un bastión del ideal liberal.

Un país que celebra y defiende la idea liberal en su acepción más noble -cultivando su filosofía y favoreciendo una política de reforma y protección de los derechos civiles- y menos extendida -frente a la mayoritaria acepción, la que defiende el laissez faire y la libre regulación de los mercados-. La marihuana es legal Holanda, los matrimonios gays son legales, como el aborto o la eutanasia. Y estas realidades forman parte de la identidad holandesa -como las autopistas sin límite de velocidad de la alemana o la tortura de toros como espectáculo de la española-, y proyectan internacionalmente la «marca Holanda».

Un país que es un centro de comercio internacional, con la escena gay más exuberante y la paralela industria del turismo más pujante. Con programas de educación sexual, de transporte recreacional o de innovación económica muy interesantes. Un espejo, en definitiva, -como Catalunya lo es a nivel de lengua y cultura o Escandinavia, y muy especialmente Islandia, en la defensa del interés general y de la protección social- donde poder mirar e inspirarse.

La noticia de que unidades móviles de eutanasia circulan ya por Holanda, con equipos especialmente preparados que irán directamente a las casas de la gente cuyos médicos se han negado -por razones éticas o religiosas- a ejecutar la petición de los pacientes de terminar con sus vidas ha tenido mucho eco y ha generado un debate interesante. Hasta el punto de colarse como tema en las primarias de los republicanos de EEUU. De hecho, muchos de los tabús de ese país no solo prosperan en Holanda, sino que están socialmente muy consolidados.

Estas unidades móviles ofrecen un nuevo servicio gratuito y domicializado. Pero no será, en absoluto, un servicio a demanda. Que en nada se parecen, permítase el ejemplo de mal gusto, a pedir una pizza para cenar.

Primero se solicita el servicio vía telefónica o por correo electrónico. Luego se comprueba que el paciente cumple los criterios establecidos, que son muchos y estrictos. La unidad móvil será enviada entonces para poner primero una inyección que deje en sueño profundo al paciente, y después otra que pare definitivamente su respiración y su corazón.

Este programa de nombre «Fin de Vida», tolerado -permitido sin ser legalizado- por el Estado holandés, ha sido puesto en marcha por la NNVE, la asociación holandesa para el final voluntario de la vida. Una asociación de 133.000 miembros, la más grande del mundo, con 40 años de lucha a sus espaldas por la legalización de la eutanasia y que, según sus detractores, es el más poderoso «lobby pro eutanasia» de todos.

Las unidades móviles para la eutanasia a domicilio son un elemento más en la búsqueda de una solución para el difícil y altamente emocional problema de la gente que considera que su vida ha sido completada y, por lo tanto, prefieren morir que vivir, terminar voluntariamente que ser forzados a seguir.

La eutanasia es legal en Holanda. Siempre que haya un «inaguantable sufrimiento sin esperanza» es legal no alargar la vida. El paciente tiene el derecho a morir según su libre voluntad tras seguir un estricto protocolo con su médico y haber buscado este el consentimiento de otro médico.

Sin embargo, el concepto clave sobre el que se sustenta en nuevo programa «Fin de Vida» es el de «vida completada», donde radica la diferencia: quienes consideran haber vivido y completado su vida no esperan a la muerte natural, sino que dan pasos decisivos (con asistencia o no) para terminar con sus vidas.

No se trata de matar, como dice el «lobby pro vida», a quienes están «cansados de la vida», o a quienes viven «un sufrimiento de vida». Pero tampoco, ni mucho menos, de claudicar a la doctrina del Vaticano que defiende que la verdadera compasión es compartir el sufrimiento de los demás, pase lo que pase y hasta el final de los días.

Para el año 2050, la NNVE calcula que Holanda tendrá un 40% de la población mayor de 65 años y que el número de octogenarios se habrá multiplicado. Esa será una generación más autónoma, con orientaciones firmes, que manifiesta un respeto a la libre voluntad y sabe lo que es defender los intereses y los derechos propios. Esa generación tendrá, cada día más, en sus manos este tipo de decisiones. Y que, según los promotores de la iniciativa, hará de la total legitimación y legalización de la eutanasia algo inevitable.

Unas decisiones que, cada vez más, favorecen a la idea de la autodeterminación, donde cobra sentido el respeto a la libre voluntad y a que ellos quieran decidir cómo vivir y cómo morir, y que nadie pueda decidir por ellos.

Al fin y al cabo, ¿quién no ha expresado nunca un sentimiento de morir?

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