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Análisis | Elecciones en Irán

El pulso político interno y externo tras el telón electoral iraní

Frente a análisis simplistas en blanco y negro, el autor ofrece una mirada compleja, como la propia realidad iraní, de los recientes comicios parlamentarios. Unos resultados que responden a un pulso al interior del poder y una demostración de cohesión de cara al exterior

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Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional

Irán ha celebrado elecciones para elegir el nuevo Majles o Parlamento. Los resultados reflejan una alta participación, así como un claro triunfo de los partidarios del líder supremo, el ayatolah Ali Jamenei. Pero de ahí a colegir que el actual presidente y bestia negra de Occidente, Mahmud Ahmedinejad, habría sido el gran derrotado va un trecho que se explica o por puro desconocimiento de la complejidad del sistema político iraní o a interpretaciones interesadas.

Todo ello se adereza con mensajes como que «los clérigos o la rama más dura, la del ayatolah Jamenei, se han impuesto», mensajes aderezados con nuevas loas a la llamada oposición que se articuló en las protestas de 2009 y que había llamado al boicot. En definitiva, siguen presentando una realidad política en blanco y negro, con dos grandes tendencias, la oficial y la oposición, y ocultando o ignorando la compleja heterogeneidad de esos campos.

La diversidad y el enfrentamiento entre las mal llamadas fuerzas del sistema (se pasa por alto que buena parte de la «oposición» también defiende el actual sistema político-religioso) no es algo nuevo en Irán. Para algunos el equilibrio que mantienen las fuerzas en torno a Jamenei y los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) puede verse alterado con el auge de esta última en torno al poder en los últimos años. De ahí el interés del líder supremo por reequilibrar el peso de ambas fuerzas, que por otra parte, mantienen cierta reciprocidad.

Algunos han querido presentar esa pugna como un duelo entre los IRGC y los clérigos, pero tanto un sector como el otro presentan en su seno diferentes tendencias y corrientes, lo que dificulta aún más que ambos sean una realidad homogénea. Unido a ello encontramos por tanto diferentes pugnas en ambos sectores, y una de ellas se ha observado en cierta manera en estas elecciones parlamentarias.

La política del actual presidente Ahmedinejad le ha permitido en el pasado ir ganando apoyos entre la población, pero al mismo tiempo su aumento de popularidad ha sido visto como un riesgo por otros actores. Por ello, durante estas semanas las fuerzas más próximas al líder supremo han desplegado todos los aparatos del Estado bajo su control para evitar un Parlamento afín al presidente. Las relaciones entre este y Jamenei no atraviesan su mejor momento, pero ambos siguen estrechamente relacionados entre sí.

El término oposición en Irán también suele ser utilizado alegremente desde Occidente. En este campo se repite en cierta manera la diversidad y pluralidad. Los intentos de algunos por incentivar un cambio de régimen en Irán tuvieron su máxima expresión en torno a la cobertura mediática de las protestas de 2009. La llamada «Revolución Verde» ha venido desinflándose desde entonces por una serie de factores. Las diferencias internas, el choque de personalidades, la represión del régimen (detención de dirigentes, arrestos domiciliarios, cierre de medios de comunicación...), las trabas burocráticas y el cansancio de buena parte de sus seguidores han llevado a esos sectores a una situación muy delicada. Mientras que algunos, los menos, han participado en las elecciones, con unos resultados muy pobres, otros han abogado por el boicot.

Un ejemplo claro de esa división lo encontramos entra las fuerzas progresistas opositoras a la hora de posicionarse ante las amenazas de una supuesta agresión militar de EEUU y sus aliados. Mientras que unos han decidido rebajar sus criticas al régimen para afrontar esa amenaza exterior y no dar baza a los agresores, otros siguen apostando por el cambio de régimen, como los grupos opositores que se han reunido en Europa hace unas semanas y que apenas cuentan con respaldo dentro de Irán (como los ha definido algún analista, son una mezcla de neoliberales, reformistas islámicos y partidarios del sha). También encontramos sectores que se oponen a una intervención «imperialista y a las sanciones, pero que al mismo tiempo apuestan por derrotar al régimen islámico desde abajo», pero a día de hoy no tienen mucha fuerza ni peso en el país.

La amenaza de una agresión militar sigue sobrevolando el escenario iraní. Si algo une a día de hoy a la mayor parte de la población es su rechazo a cualquier intervención extranjera. Esas voces, incluidas las contrarias al actual régimen, señalan que cualquier cambio deberá hacerse entre los iraníes.

En Washington siguen valorando todas las opciones(ataque «selectivo» de Israel, operación bélica de EEUU y sus aliados, sanciones y embargos, guerra sucia...); de ahí la reciente reunión de Obama con el dirigente israelí Netayanhu. EEUU necesita por un lado reponerse de los fracasos de Irak o Afganistán, pero al mismo tiempo depende de Teherán en esos dos escenarios. Además, una intervención militar contra Irán tendría consecuencias impredecibles e incalculables, tanto para EEUU como para sus aliados Occidentales y en la región.

Irán no es una realidad aislada y cuenta con importantes aliados. Tal vez por ello, EEUU e Israel prefieran llevar el escenario de enfrentamiento a Siria. Cobrarían peso las teorías que señalan que en territorio sirio estaría teniendo lugar ese pulso, esa guerra de baja intensidad.

La vuelta a las negociaciones en torno al programa nuclear iraní, pero siempre partiendo del derecho de los estados a ejercer su soberanía, sin injerencias ni amenazas.

La temperatura política iraní continuará aumentando en los próximos meses. A todos los factores (internos y externos) citados hay que añadir las elecciones presidenciales del 2013, y las fuerzas que a día de hoy sostienen los diferentes pulsos acentuarán sus maniobras para situarse en una mejor posición.

Una buena muestra de ese complejo mosaico político que se vive en Irán lo encontramos en la carta de un activista local, quien al describir a su propia familia parece ofrecer una imagen del mosaico iraní: «Mi padre es clérigo, pero no cree en la teocracia. Uno de mis hermanos es un veterano herido de la guerra Irán-Irak, mi otro hermano es miembro del Basij (milicias) y yo soy marxista ... El día en que los oficiales llegaron a arrestarme, creyeron que habían ido a la dirección equivocada, ya que en la pared había una foto de Hassan Nasrallah, líder de Hizbullah, así como una fotografía del ayatolah Jamenei. Una foto de Ahmedinejad había estado hasta hace poco allí, pero mi hermano la rompió en pedazos cuando este no besó la mano de Jamenei durante su toma de posesión presidencial en 2009».

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