Maite SOROA | msoroa@gara.net
Castellano y morro
La sentencia del Tribunal Superior de de Justicia de Catalunya (TSJC) que avala el modelo de inmersión lingüística, si bien también admite que quienes lo demanden puedan educar a sus hijos con el castellano como lengua vehicular, provocó la ira de los medios españoles profundos.
«Abc» titulaba en primera «La justicia catalana mantea al castellano», mientras «La Razón» situaba el auto del TSJC en el marco de una «ofensiva nacionalista en las aulas», y aseguraba que dicho tribunal «se pliega a la Generalitat y obliga a las familias que quieran aprender en español a recurrir a la Justicia». Cuántas y cuántos en Nafarroa se darían con un canto en los dientes si tuviesen esa oportunidad con el euskara.
En «Libertad Digital», bajo el título «Libertad racionada en Cataluña», se ponían trágicos en su editorial: «el único derecho de curso legal es el `derecho' de la Generalitat a imponer la lengua única en los colegios; el otro, el derecho de los padres a elegirla, es una excepción que, a partir de ahora, se dosificará mediante sentencias judiciales. (...) A este grado de desamparo de la persona frente al Poder se ha llegado en el `oasis catalán'. Tal es la quiebra del principio de legalidad. Así de insignificante es la libertad en esta parte de España». Para los de Federico siempre imponen los demás, lo suyo es lo «normal».
«La Vanguardia», sin embargo, aseguraba que entre los lectores que habían opinado en su web «La conclusión principal que se pone de relieve a partir de los comentarios sobre la noticia es que el fallo no satisface a casi nadie», pero no por los motivos que la derechona arguye, pues deja claro que «son mayoría aquellos que consideran una buena noticia que se preserve el modelo vigente en la actualidad que mantiene el catalán como lengua vehicular». Y su director, José Antich, dejaba claro algo que otros intentan oscurecer: «En las aulas no hay ningún conflicto por razones lingüísticas y, al final del ciclo educativo, los alumnos catalanes pueden acreditar un conocimiento en lengua castellana similar al del resto de los jóvenes del Estado. No es fácil, por tanto, dar con un modelo que garantice el conocimiento de las dos lenguas y Catalunya lo ha conseguido. ¿A qué viene, entonces, el revuelo siempre permanente de presentarnos como ciudadanos hostiles a una lengua?». Pues lo que el facherío nos cuenta es algo muy diferente. Con lo felices que vivían cuando en todas las «regiones españolas» solo el castellano era legal...