El pasado de la república de Begoña se expone en las entrañas de la tierra
Los viajeros del metro tiene una buena ocasión para descubrir el pasado de la que fue Anteiglesia de Begoña. Una cuidada exposición fotográfica aporta detalles desconocidos para unos y refresca los viejos recuerdos de otros para aclararles que, hasta el 1 de enero de 1925, esa república vizcaina tuvo una personalidad propia, diluida ahora en Bilbo.
Agustín GOIKOETXEA
En las entrañas de la tierra, en las cavernas que albergan las estaciones de metro del Casco Viejo, Santutxu y Basarrate, el viajero tiene la oportunidad de refrescar o adquirir algunos conocimientos de la que fue la Anteiglesia de Begoña desde finales del siglo XIX. El recorrido se compone de 34 paneles de gran formato, con reseñas históricas y más de 200 fotografías antiguas, algunas de gran valor histórico, seleccionadas y clasificadas por los comisarios Alberto Ugarte, Koldo Urrutikoetxea y Hektor Ortega. Estos son colaboradores de la revista euskaltzale ``Berton'', que mes a mes desgrana la actualidad de los barrios que conformaron la república.
La exposición «Begoña, un pueblo de cuerpo entero» podrá visitarse hasta el 22 de abril en las instalaciones del suburbano y tiene su complemento en otra muestra en el centro municipal de Begoña, hasta el 13 de abril, en la que se puede contemplar otra colección de fotografías antiguas.
A muchos este nombre les hace pensar de forma casi automática en la basílica que corona la vieja colina de Artagan o en la virgen bajo cuya advocación se abrió el templo, pero Begoña, tal y como se encargan de recordarnos, fue un municipio que se anexionó Bilbo el 1 de enero de 1925. La «fagocitación» fue un proceso dilatado, de 55 años, pues ya en 1870 la villa se adueñó de San Agustín -donde se levantó el actual ayuntamiento-, Campo Volantín, la zona del Cristo, Askaoiturri, el sector inferior de Zabalbide, Atxuri y Pontón. Era el barrio de Ibarra, desde La Salve hasta la calle Sendeja, en el que el Consistorio bilbaino construyó en 1880 la escuela de Tiboli, el matadero (1882) y la iglesia de las Esclavas (1886). La orografía de la zona determinó el uso social del suelo: el área cercana a la ría, llana y apacible, fue para los palacetes de la burguesía; la accidentada de la parte posterior, para las viviendas de los obreros, apuntan.
La anexión de 1870 creo una situación curiosa, ya que una parte de Uribarri pasó a ser Bilbo y otra siguió siendo Begoña. Un poco más arriba se sitúa Zurbaran, que debe su nombre a la casa-torre y palacio de un antiguo linaje del mismo nombre con gran notoriedad en la Edad Media.
Lo cierto es que «se ha perdido la conciencia de pueblo», admiten, y así «cada barrio ha seguido su camino». Sus límites geográficos eran desde La Salve -donde limitaba con Deustua- hasta Otxarkoaga, y desde Egirleta -conocido popularmente como Santo Domingo- hasta Bolueta. Es decir, desde Artxanda a la orilla del Ibaizabal.
A finales del siglo XIX, la república estaba conformada por los barrios de San Agustín, Uribitarte, Castaños, Matiko, Uribarri, Zurbaran, Zurbaranbarri-Arabella, Artxanda, Etxebarria, Santutxu, Txurdinaga, Otxarkoaga, Bolueta y Begoña. En la actualidad solo recibe este topónimo el grupo de viviendas cercano a la basílica y Mallona.
Sus habitantes recibían el apelativo de ``mahatsorri», recordando así la cantidad de viñedos que poblaban sus campas y, con ello, los frecuentados txakolis. Ya en 1500, el licenciado Cueto afirmaba que los begoñarras «llevaban una vida muy pacífica, unida a la agricultura y a la elaboración de txakoli». Los baserritarras tuvieron en esa actividad uno de sus sustentos en los numerosos caseríos que salpicaban su territorio.
A pesar de que Bilbo se anexionó Begoña en 1925, hasta 1957 se mantuvo en pie su casa consistorial, que fue derribada para excavar los actuales túneles. Nos cuentan los comisarios que hasta 1764 no se erigió una primera casa consistorial, a la que siguió otra en 1856. Anteriormente, las sesiones municipales tenían lugar a la sombra de las encinas cercanas a la iglesia o, si llovía, ante sus puertas, como en casi todas las poblaciones vizcaínas.
Otro núcleo importante se situaba en lo alto de Zabalbide, emplazamiento de organizaciones de gran prestigio a final del siglo XIX y principio del XX como el convento de Santa Clara, el sindicato de labradores o el batzoki. «Aunque para los y las jóvenes tanto la iglesia como el convento del Karmelo son Santutxu, nuestros mayores lo conocen como el Karmelo de Begoña. Los carmelitas llegaron a Begoña en 1880 después de arreglar y acondicionar el caserío Landaburu. En esas tierras -puntualizan- construirían la iglesia y el antiguo convento». El topónimo Santutxu aparece ya en 1595, en uno de los intentos de Bilbo por hacerse con Begoña.
Espacio de peregrinación y de guerras
La colina de Artagan fue también un lugar de peregrinaje mariano y un punto estratégico en las sucesivas contiendas militares, especialmente en la Segunda Guerra Carlista. Los actos de índole religioso tomaron a final del siglo XIX un cariz político «porque eran -explican- promovidas por las fuerzas conservadoras para luchar contra el liberalismo y, en general, contra el laicismo que se estaba expandiendo», con tres hitos: una multitudinaria peregrinación en 1880, la coronación de la virgen en 1900 y su nombramiento como patrona de Bizkaia en 1903.
El pasado de Begoña no fue solo agrícola. En la fábrica de Santa Ana de Bolueta se instaló en 1848 el primer alto horno de Bizkaia, al que seguirían las minas de Larreagaburu, la fábrica de acero de los hermanos Etxebarria o la de tabaco. Antes existieron en el Antiguo Régimen ferrerías, fundiciones, molinos y la harinera de Pontón, donde se encuentra Abusu Ikastola.
Txurdinaga, por ejemplo, pasó de ser una amplia y fértil zona de caseríos de Begoña a ser una zona de expansión de Bilbo a finales de la década de 1960, dejando atrás txakolis y tabernas famosas. Antes, esa transformación había llegado a la vecina Otxarkoaga, donde entre 1959 y 1961 las autoridades franquistas edificaron 3.672 viviendas para albergar a la pujante inmigración.