La explosión de un artefacto de fabricación casera en la sede de Lanbide de Agurain, que ocasionó escasos daños materiales, provocó la inmediata reacción del consejero de Interior de Gasteiz, Rodolfo Ares, quien centró su intervención en la exigencia de condena a la izquierda abertzale. Exigencia no solo de rechazo de ese suceso, sino además en los términos que Ares y su partido creen adecuados, en una actitud que recuerda a la de algunos maestros de otra época con los niños y niñas a los que estaban empeñados en «educar». Una actitud que va más allá de la falta de seriedad, pues denota una inaceptable utilización partidista de cualquier suceso anómalo, un ataque a la izquierda abertzale a sabiendas de la clara posición que esta ha manifestado respecto a ese tipo de actos y que ayer volvió a manifestar, dejando claro que son incompatibles con su estrategia. Por otro lado, esa actitud responde al intento de desviar la atención de la situación surgida en el nuevo tiempo político, convirtiendo esos actos en excusa para aferrarse a políticas de excepción. Tampoco faltan quienes ven una oportunidad de desviar la atención, asimismo, de la situación socioeconómica y de los recortes de derechos de los que son protagonistas, más aún en vísperas de de la huelga general convocada para el día 29, el mejor instrumento de respuesta a esos recortes.