Ainara Lertxundi Kazetaria
«Presidente, quiero una respuesta»
La familia de Mohamed Dawood nunca más será la misma. Su destino cambió de manera brutal cuando, en plena madrugada, alguien, gritando en un idioma ajeno al suyo, golpeó con furia su puerta. «Póngase en nuestro lugar, ya sea presidente, ministro o soldado. Imagínese que está durmiento junto a sus seis hijos, que son las dos o las tres de la madrugada y que alguien, agarrándole del brazo izquierda, le grita `talibán' mientras lo saca fuera de la casa y otro americano apunta con su pistola a su hijo de seis meses, Hazratullah. Su esposa le ruega en nombre de Dios. Pero él es un infiel americano. Hubiera deseado que se tratara de un soldado o un policía afgano porque, al menos, hubiera entendido el nombre de Dios. Como respuesta a sus súplicas, recibe un tortazo. A nosotros, los pastunes, jamás se nos ocurriría entrar en una casa ajena sin permiso aunque lleváramos cien años juntos», espeta el hermano de Mohamed Dawood, una de las 16 víctimas mortales que dejó presuntamente un único soldado estadounidense en Kandahar, al presidente afgano, Hamid Karzai, que tuvo que agachar la mirada ante el testimonio.
«¿Que está mal de la cabeza? ¡Qué clase de broma es esa! ¿Por qué una persona que está mal de la cabeza no se mata a sí misma, o mata a algún otro compañero? ¿Qué tipo de persona es capaz de entrar en cuatro casas, en un área de cuatro kilómetros, y matar a nueve niños, tres mujeres y cuatro hombres y, después, regresar a su base? ¡Quiero una respuesta, señor presidente, quiero una respuesta!», insiste.
Karzai, flanqueado por sus principales ministros, admite que no la tiene. «¿Entonces?», reitera mientras con la mirada escudriña a cada uno de los que tiene enfrente. «No quiero compensaciones económicas de ninguna parte. No quiero dinero, ni una casa en Aino Mina [un elegante barrio de Kandahar]. Solo quiero castigo para los americanos. ¡Solo eso!», clama una y otra vez, mientras Karzai vuelve a enmudecer.
Y no es un diálogo de película, es real como la vida misma, como la muerte misma.