Osasuna no pudo conseguir el objetivo de llegar a esos mágicos 42 puntos que dicen aseguran casi matemáticamente la salvación, pero el equipo dio la cara hasta el final ante un Getafe muy bien plantado y pendiente en todo momento de no dejar un resquicio para los rojillos. Los de Mendilibar han llegado a la cuarentena, a un paso de la meta y con margen para intentar algo más que el gran logro que será la permanencia.

Y en ese tanteo inicial, con dos escuadras bien posicionadas y correctas, fue Osasuna la que mayor peligró sacó a relucir. Los azulones, moviéndose en bloque arriba y abajo, llegaban con más claridad en los primeros compases, pero los anfitriones fueron poco a poco adueñándose del esférico y, sobre todo, generando más ocasiones. Un activo Cejudo arrancó los primeros aplausos del graderío con un intento de cabezazo que se quedó en eso tras una trenzada contra y varios disparos de Nekounam, Lamah y Puñal. El tiro a media distancia se convirtió en el recurso más utilizado ante una bien pertrechada defensa madrileña, que ni siquiera concedía jugadas de estrategia.

Tampoco es que el Getafe ahogase a una escuadra navarra que comenzó a tocar y a combinar con bastante criterio, aunque sin que ello se tradujese en claras llegadas a las inmediaciones de Moyá. Esa mayor posesión local coincidió con una fase más insulsa, de mucho centrocampismo, pugna y balones divididos, estrategia por encima de chispa, eso que tanto gusta a los técnicos y tan poco al público.

Lacen equilibró la contienda con un par de andanadas (m.25 y 31), que acabaron en las nubes la primera y en las manos de Andrés Fernández la segunda, que no era tan fácil de retener con su errática trayectoria. De sacudirse el dominio anfitrión, llegó la mejor oportunidad de los de Luis García, con una peinada del Cata Díaz a falta botada por Pedro Ríos, a la que no le faltó mucho para colarse.

Raúl García puso la réplica, también en un lance de estrategia y del mismo modo con la testa, en una posición que coqueteaba con el fuera de juego y que quizás por ello no llegó a rematar con toda la claridad que es habitual en él. Fue el preámbulo de la mejor ocasión rojilla. Otra falta -como siempre a balón parado llegó el mayor peligro- botada por un Puñal muy listo sirvió para que Nino se plantase con ventaja ante Moyá, pero esta no es la temporada del almeriense y su remate golpeó en la rodilla del meta balear.

Todo más enmarañado

Ese subidón inconcluso dio paso a una segunda mitad sensiblemente más enmarañada, con las marcas más pendientes de su par intentando asfixiar al rival y provocando, por ende, un mayor cúmulo de errores que derivó en una descenso del nivel futbolístico. Y en esa pelea cuerpo a cuerpo las oportunidades también se resintieron. Con cuentagotas, rojillos y azulones llegaron a la parcela del meta rival, de la mano de Pedro Ríos en el caso visitante y, de nuevo, por Nino del lado navarro.

En su segundo mano a mano con Moyá, tampoco resolvió, en esta ocasión con mayor dificultad, dado que el andaluz se escoró después de recibir el balón gracias a un bello taconazo de Lamah en el vértice del área. Estaba claro que ambos conjuntos tenían la pólvora mojada, pues Diego Castro también dispuso de un balón suelto dentro del área rojilla que acabó disparando sin mucha convicción a los guantes de un seguro Andrés Fernández.

Vistos los derroteros por los que comenzaba a transcurrir el envite y que parecía casi imposible buscar un hueco en la retaguardia madrileña, cuando no se presentaba Moyá para apagar el fuego, Mendilibar optó por virar la dinámica hacia un juego más directo, arriesgando con un Lekic recuperado a marchas forzadas. Sin embargo, y pese a que el balcánico consiguió cazar una de cabeza, las ocasiones se contaron en menor número tras el paso por vestuarios.

El encuentro había entrado en una fase más de contacto, de intentar aprovechar cualquier pelota parada o rechace, pero el Getafe, sabedor de lo incómodos que son los rojillos en esa faceta, tampoco se dejaba sorprender con faltas al borde del área y cedía el menor número posible de saques de esquina. En ese fútbol control, el Getafe se conformaba con el punto, mientras Osasuna trataba de poner más carne en el asador.

Y en esa intentona a punto estuvieron de repetirse pasados episodios en los que los de Mendilibar se echaban al zurrón los tres puntos. Como no podía ser de otra manera, Raúl García enganchó un balón dentro del área para engatillarlo con la zurda y ponerlo pegado al poste, pero ayer Moyà no estaba por hacer concesiones y sacó su manopla derecha para realizar el paradón del partido. Los rojillos ya llegan a la cuarentena y nada se les puede reprochar en su esfuerzo por superar a los azulones.