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Análisis | el futuro de gran bretaña

Escocia camina hacia la independencia

El debate sobre el referendo por la independencia de Escocia gira en torno a la fecha y la pregunta. El campo soberanista destacará ahora las ventajas de controlar sus recursos o tener voz propia en el escenario internacional frente a las dudas que siembran los contrarios. El SNP se muestra dispuesto a cumplir el programa electoral que le aupó al Gobierno en 2011. Entonces lograron la mayoría con un manifiesto por la celebración de un referendo para decidir el futuro de Escocia.

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Txente REKONDO | Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)

Hace unas semanas, el primer ministro británico, el conservador David Cameron, intervino en el debate sobre el referendo de independencia escocés intentando marcar los tiempos y la naturaleza de la consulta popular, lo que evidentemente ha traído a Escocia a la primera plana informativa.

Tras esa intervención desde Londres, algunos han situado el debate en torno a la fecha de celebración de la consulta (algo que ya nadie duda, incluido el Gobierno de Londres y los partidos unionistas), y sobre la pregunta o preguntas que se someterán a consulta.

Los dirigentes escoceses han mostrado su voluntad de celebrar el referendo en octubre del 2014, una fecha cargada de simbolismo (se celebran los Juegos de la Commonwealth en Glasgow y el 700 aniversario de la batalla de Bannockburn) y que al mismo tiempo permite desarrollar una intensa campaña para atraer a más sectores escoceses hacia las posturas soberanis- tas. En el otro lado se encuentra el frente formado por el Gobierno londinense y los partidos unionistas, que quieren apremiar la cita para evitar que los soberanistas tengan más opciones. Y sobre todo no hay que olvidar que en 2015 se celebrarían elecciones al Parlamento de Westminster, y ello podría generar importantes grietas en las filas unionistas a la hora de compaginar sus intereses en Escocia con los de un Gobierno en Londres.

Y la otra disputa, en torno a la pregunta a formular, también muestra la misma fotografía. Con el SNP apostando por formular una cuestión clara (¿Está de acuerdo con que Escocia sea una nación independiente?), e incluso dispuesto a introducir una tercera opción (la llamada «devolución máxima»), Londres y los unionistas intentan forzar una cuestión que reste apoyos a la opción favorable a la independencia.

El debate dialéctico entre los tres sectores protagonistas se acentuará en los próximos meses. Desde los sectores soberanistas escoceses se hace hincapié en las grandes diferencias que se dan entre los dos proyectos. Mientras que la Unión ofrece un panorama bastante desolador para Escocia, ligado sobre todo a factores coyunturales (la crisis económica, los recortes, la crisis identitaria) y a factores estructurales (es un proyecto que representa políticas de imposición, elitistas y coloniales); el panorama escocés ante un escenario soberano cambiaría radicalmente. Como señalan desde Escocia, «la independencia es una oportunidad para construir un estado moderno y seguro».

En estos tres meses, desde el campo soberanista se seguirá incidiendo en algunos factores positivos para su causa. La centralidad del discurso en torno a «los intereses de Escocia y de los y las escocesas», la crisis identitaria y del proyecto conocido como Gran Bretaña; la utilización de los resortes apropiados, como han ido haciendo en los últimos años, que acentúan aún más esa estrategia en clave positiva; y el propio papel que pueda desempeñar una figura política como Alex Salmond (al que todos reconocen como un gran comunicador y estratega).

Por su parte, en esos meses venideros el bloque contrario a la independencia también articulará su discurso, y algunos ya se han apresurado a señalar algunos paralelismos con Quebec. Las presiones, las campañas mediáticas destinadas a atemorizar a la población, la falsificación de datos... en definitiva lo que alguno ha definido metafóricamente como una campaña de «bullying».

Buena parte de los argumentos contrarios a la independencia y viabilidad de una Escocia soberana se desmontan con rapidez. Y al mismo tiempo ofrece un panorama mucho más seguro y fiable que el actual status quo. Escocia como Estado independiente controlaría la riqueza petrolera y sus recursos energéticos, cerraría las bases militares, repletas de armamento nuclear, tendría voz propia en las instituciones internacionales...

Frente a ello, algunos siguen sembrando dudas. Remarcan el debate en torno a la moneda (se puede vivir dentro y fuera del euro -Noruega-, e incluso utilizar otra moneda como la libra, (por ejemplo Panamá utiliza el dólar de EEUU), la presencia de parlamentarios escoceses en Westminster (no serían necesarios ante un Parlamento soberano escocés), las fronteras (¿pero no defienden algunos que el mundo globalizado actual las ha derribado?), el posible veto de estados europeos (el Estado español nuevamente en el centro de la negación democrática), la pertenencia a la OTAN (tal vez sirva para replantearse la utilidad de ese tipo de organizaciones militaristas) o la negociación de la deuda (si de negociar de igual a igual se trata, adelante).

Lo que esas fuentes ocultan deliberadamente es la intención manifestada por los líderes soberanistas escoceses, y que es la antítesis de su proyecto unionista, de incidir en la defensa de la atención personal gratuita a los ancianos, la introducción de recetas gratuitas, la ampliación del salario mínimo, e incluso, la negociación con los sindicatos de políticas que no supongan recortes o reducciones de los servicios públicos. Una clara apuesta por la defensa del llamado «Estado de bienestar» para la población.

La cuenta atrás está en marcha y ya quedan menos de mil días para que se materialice esa importante cita, tanto para el futuro de Escocia como para otras naciones sin Estado. En ese tiempo, como señalaba recientemente Salmond en un artículo publicado en «The Guardian» , «el SNP hará una campaña con confianza por la independencia, no solo como un fin en sí mismo sino como el medio por el cual el pueblo de Escocia tiene la mejor manera de desarrollar su potencial y sus aspiraciones, y que la economía escocesa pueda crecer más fuerte y sostenible, y por la que Escocia pueda ocupar el lugar que le corresponde como miembro de la comunidad internacional».

La clave de este escenario muestra que solo el pueblo de Escocia debe decidir y votar sobre el futuro de su país, y que es necesario ir derribando falsos mitos como que independencia es sinónimo de aislamiento. Independientemente del resultado final del referendo ya nada será igual, y el nuevo escenario camina hacia una nueva realidad de naciones-Estado iguales e independientes en Europa. Un conocido político unionista escocés apuntaba recientemente que «ningún Parlamento que se precie puede existir permanente bajo el control garantista de otro Parlamento», y cabría añadir que la misma teoría es válida para las naciones.

De momento Escocia camina hacia su independencia, y a partir de ahora el espejo escocés ofrecerá oportunidades para poder profundizar en un mejor conocimiento de esa vía.

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