Raimundo Fitero
Mensajes ocultos
El fútbol es un campo de contienda política que al adquirir una difusión global a través de la televisión sirve para la acumulación de paranoias, disparadero de brotes sicóticos o explicaciones mesiánicas a través de glosas, crónicas o hiperbólicas alabanzas. Escuchar a Marcelo Bielsa admitiendo sus errores en el planteamiento de un encuentro, de la poca eficacia de sus cambios y soluciones, es abrazar la cordura que sirve de sustento a las alegrías de hace pocas semanas y que contrasta con la agónica proyección de una supuesta confabulación por jugar dos partidos en apenas cuarenta y siete horas. Existe un campo operativo, opinativo, de crítica, que consideramos aceptable. Es más, saludable como válvula de escape para tensiones sociales, laborales, familiares, nacionales.
Esta función del fútbol era hasta hace poco una de las suertes de este invento de ocio, desmovilización y acercamiento de patrioterismos de quita y pon, porque en manos, con sus respectivos dedos, de personajes como Mourinho, se ha convertido en una trifulca barriobajera, una bronca chulesca, imperial. Es una actitud degenerativa, una suerte de desgaste de la credibilidad del club que le paga de manera multimillonaria, pero que se contamina por otras sospechas, económicas, de paisanaje, de incultura y de violencia mantenida contra todos los estamentos. El objetivo final: ganar, de la manera que sea, si no se puede en el campo, en la prensa afín, comprada, en los despachos. Todos abusamos de la emotividad en los comportamientos y las opiniones. Todos tenemos parte de culpa del ambiente creado, que, a lo mejor ayuda a mantener los niveles de audiencias televisivas.
Lo último de esta locura global es que desde Siria se asegura que algunas jugadas de Leo Messi, sirven como mensajes para las actividades de los rebeldes contra el régimen que impone el terror. Se dijo hace unos días, con ilustraciones, se mantiene, y se coloca una diana sobre ese jugador que divierte al mundo entero con su juego. No sé si apropiarme de la paranoia ajena y unir los párrafos, y pensar que todo es el mismo asunto, desestabilizar sin importar las consecuencias.