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Josu MONTERO Escritor y crítico

Segunda piel

Cómo vivimos? No cómo somos, ni quiénes somos, sino más bien cómo estamos. No la esencia inasible, ni la estanca e impostada identidad, sino el peso del presente, de las circunstancias: sociales, laborales, económicas, políticas, culturales, familiares... No somos: estamos, devenimos. Las circunstancias nos hacen, nos van haciendo, hasta que un buen día nos morimos. Pero entre tanto, ese movimiento a que estamos condenados es la vida. Es bien sabido que los espejos agrandan el espacio, y el arte no es sino el espejo con el que nos empeñamos en hacer más habitable, más humana, más acogedora, la casi siempre demasiado estrecha y hostil existencia. El arte detiene el tiempo, lo retiene, rebobina, nos vuelve a colocar delante del momento pasado, para que lo volvamos a vivir, a sentir, a entender, a cuestionar. El teatro es un arte privilegiado, es el más cercano posiblemente a la vida; como en aquel cuento de Borges en el que el mapa reproducía el territorio a su misma escala, a escala real, y por tanto se superponía a él, como una segunda piel. El teatro se superpone a la vida, la trata de tú a tú, la mira a la cara; la agarra por las solapas e intenta que no pueda desasirse, al menos durante un par de horas. Y a veces lo consigue. Entonces el teatro es un milagro, una revelación, una epifanía. Sí, hoy es el Día Mundial del Teatro -¡vaya tabarra esto de los días dedicados a una cosa y a la otra!-. Este año ha sido John Malkovich el encargado de escribir y de leer el mensaje de rigor, afortunadamente brevísimo. Lo dirige a «mis compañeros de teatro». Habla del candor y de la gracia; de humildad y de curiosidad y de rigor; y de la necesidad de seguir planteándonos la pregunta más básica de todas: «¿Cómo vivimos?».