La ponencia aprobada ayer en el Parlamento de Gasteiz «para la paz y la convivencia» no va a servir para avanzar en la consecución de ninguno de esos dos objetivos. Esto es algo que saben quienes dieron luz verde a la iniciativa y, lógicamente, también aquellos que se han opuesto a ella por su carácter excluyente. Sí servirá para que Patxi López pueda sacar pecho en el último tramo de la legislatura -su Gabinete no tardó en apuntarse el tanto- y para que tres parlamentarios de Aralar escenificaran sus discrepancias con la posición mayoritaria de su formación del modo más llamativo posible. La necesidad de protagonismo de Aintzane Ezenarro y sus dos compañeros de bancada ha prevalecido sobre cualquier otro criterio, y ahora queda por ver cómo responderán a la petición de que pongan sus cargos a disposición del partido.

A partir de ahí, es el PP quien más satisfecho puede sentirse de la creación de un foro hecho a su medida. Porque fue Anton Damborenea, portavoz del grupo de Basagoiti, el encargado de dejar en evidencia a quienes quisieron hacer pasar la ponencia por lo que no es; un espacio en el que todas las fuerzas políticas puedan participar en igualdad de condiciones. No va a ser así, tal y como ha «garantizado» el propio lehendakari, y a pesar de que Joseba Egibar insistiera en que no se va a excluir a nadie. La exclusión es de origen cuando un sector muy importante de la sociedad no tiene representación en la Cámara. El representante del PP lo dijo claramente: «no faltan ni tampoco les esperamos».

Egibar llegó a afirmar que el rechazo a la ponencia esconde el miedo al diálogo por parte de la izquierda abertzale. Curioso reproche a una fuerza política que lleva tiempo reclamando poder hablar sin exclusiones, por parte de quien ha unido sus votos a un partido que pretende -y ha logrado- vetarla. Si hay coincidencia en la necesidad de dialogar y en que todos puedan hacerlo, el único espacio aceptable es aquel en que todas las partes puedan intervenir en igualdad de condiciones.