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ensayo

El otro comunismo

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Iñaki URDANIBIA

Decía Bakunin que un socialismo sin libertad sería un cuartel, otorgándole el futuro la razón. La realidad que se implantó nada tenía que ver, desde luego, con las propuestas de Lenin en “El estado y la revolución”, ya que «todo el poder a lo soviets» degeneró en el poder absoluto del partido, con el poder de éste copado por su comité central, del que su secretario general devino en dueño y señor de todo y todos. De este modo, las necesidades, forzadas por aspectos contextuales, fueron elevadas al rango de virtudes, desdibujando radicalmente el proyecto inicial. Todavía hoy, por increíble que parezca, hay quienes siguen creyendo en ese único dios verdadero y excomulgan a quienes no tragan tales catecismos, sin que tengan en cuenta que el comunismo, como el ser aristotélico, se dice de muchas maneras.
 
Con su habitual sentido de la oportunidad, la editorial hondarribitarra Hiru publica unos textos que bien podrían calificarse de «panfletos-ladillas», que funcionan como verdaderos pepitogrillos para cualquier pensamiento dogmático y /o adocenado, al remover ciertas ideas consolidadas y levantar la bandera de la rebeldía. Como decía el otro, siempre hay razón para rebelarse; desde ese punto de vista, podríamos calificarlos de «intempestivos», al menos para las «almas bellas» que viven el mejor de los mundos, del mismo modo que, a quienes funcionan con un seguro prêt-à-penser, a los que incordiará pareciéndoles fuera de tiempo y lugar.
 
Los escritos presentados pertenecen a un luchador impenitente del siglo XIX, Émile Pouget, compañero de combate y de fatigas de Louise Michel. Por una parte, se presenta un texto de título explícito (“La acción directa”), que es complementado con otro que trata de una de las formas de dicha lucha (“El sabotaje”) con la que reemplazar el poder político por la asociación social. Van acompañados por tres escritos en los que se protesta contra las leyes de excepción instauradas.
 
Amén de las llamadas a la lucha sin cuartel contra el capital y por la ampliación de la democracia republicana –tomados dichos términos en el sentido pleno y etimológico–, y a la organización en las filas del sindicalismo revolucionario, los panfletos desenmascaran las ideas dominantes y la utilización de ciertas palabras para anular la validez de las posturas rebeldes, rebotándoselas al enemigo al subrayar que es él quien sabotea cualquier forma de vida social libre, igualitaria y justa.
 
El texto introductorio, firmado por  John Brown –seudónimo de Juan Domingo Sánchez– resulta francamente orientador y sabrosón, ubicándonos en las circunstancias de la época al tiempo que muestra la actualidad de dichas expresiones de rebeldía. Decía Jean-Paul Sartre: «Amo mucho recordar los orígenes un poco anarquistas de mi pensamiento.  He estado siempre de acuerdo con los anarquistas, pues son los únicos que han concebido un hombre completo, que ha de ser constituido por la acción social, y cuyo principal carácter es la libertad». Pues eso.
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