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Anjel Ordóñez Periodista

Una txapela en la cabeza de Juvenal

El jueves, Jueves Santo para más Inri, el Athletic tiene una cita con la historia. Enfrente, los alemanes del Shalke 04. Los mineros, les llaman. Leones contra mineros. No parece un duelo igualado. Especialmente porque los felinos se trajeron una jugosa ventaja de dos goles del partido de ida, con cuatro txitxarros en la maleta. Y eso que jugaba el «cabrón» de Raúl. Desde el cariño, ya saben. En San Mamés, como en la antigua Roma, todo está dispuesto para el festín, claro que en vez de cristianos (esos juegan con Mourinho y son más correosos), serán, ya digo, mineros teutones. Pero ojo, que lo mismo hay indigestión felina por saturnismo o silicosis, y la cosa se tuerce. No cabe confiarse.

A falta de otras alegrías espontáneas, el Athletic se ha echado a la espalda la responsabilidad de hacernos algo más llevadera la complicada existencia que no está tocando vivir. Hablo, claro está y con todos los respetos para el resto, de la afición rojiblanca. En su justa medida, en dosis adecuadas, la de Bielsa resulta una medicina eficaz para aliviar la tensión cotidiana a la que nos tienen sometidos Rajoy, la crisis y otras calamidades por el estilo. Un soplo de aire fresco que, es obvio, no va a resolver nuestras cuitas, pero que ayuda a enfrentarlas con la firme convicción de que gran parte del poder nace invariablemente del querer.

Nada empieza ni termina con el Athletic. Ni con la Real, el Baskonia o cualquier otro referente deportivo en este país. Y si no es justo atribuirles propiedades mágicas de las que carecen, tampoco lo es maltratar su complejo y profundo enraizamiento en el tejido social con un insuficiente e injusto Panem et circenses. Porque los seguidores del Athletic (o de Osasuna, insisto) no somos mejores que los demás solo por vestir una camiseta con orgullo, pero tampoco merecemos la etiqueta de borregos que algunos pretenden colgarnos a la espalda. Estoy plenamente convencido de que si Juvenal hubiera presenciado desde la grada de San Mamés el partido de vuelta contra el Manchester, probablemente se hubiera calzado una txapela y una bufanda rojiblanca. ¡¡Athletic!!

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