Santi González | Donostia
Amnistía
¿Es moralmente aceptable, para tener liquidez, blanquear el dinero negro generado por el tráfico de armas, de la droga, de la corrupción urbanística generalizada, de la trata de blancas, de las redes de prostitución y de multitud de chanchullos sin fin...? Financiar el Estado con recursos económicos muchas veces manchados de sangre e imponer a los defraudadores el pago del 10% de los capitales blanqueados es una burla, un escarnio, además de un agravio comparativo insoportable, cuando el IRPF de muchísimos honrados trabajadores supera el 18% y a los pequeños ahorradores se les detrae el 21% de los intereses generados por su modesto capital obtenido euro a euro y con grandes sacrificios durante toda una vida. Se castiga la honradez, se premia el fraude y al delincuente.
Es a todas luces una inmoralidad además de un peligroso precedente; podríamos preguntarnos, en vista de estas cosas, por qué la gente va a seguir trabajando honradamente; por qué la juventud va a querer hacerse profesor en vez de traficante; y cómo va a ser posible, en un entorno ético así, transmitir conocimientos, transmitir ideales... es la descomposición del Estado.