Misión humanitaria en Colombia
«La presión social debe llevar al Gobierno al carril de la paz»
Diputada de Amaiur y observadora internacional en Colombia
La diputada de Amaiur, Maite Aristegi, prepara ya la vuelta a Euskal Herria, con la maleta llena de enseñanzas y esperanzas de cara a la resolución del conflicto tanto en Colombia como en Euskal Herria, tras haber participado como observadora internacional en el proceso de liberación de diez policías y militares retenidos por las FARC.
Mirari ISASI | BILBO
¿Cómo ha visto este proceso en el que ha tomado parte? ¿Qué supone para Colombia?
Para cualquier persona amante de la paz y defensora de los derechos humanos es un proceso vivo, de urgente necesidad y muy interesante también para Euskal Herria. Para Colombia, debería suponer la apertura al inicio de un nuevo tiempo en el que a partir del respeto de los derechos de todas las personas se avance hacia un proceso de diálogo y negociación en el que sean atendidas las demandas de la sociedad colombiana, hasta la consecución de una paz justa y duradera que acabe definitivamente con esta guerra fraticida.
¿Cuáles han sido sus sensaciones y las experiencias compartidas?
Hemos vivido momentos de una intensidad emocional tremenda, imposibles de transcribir en pocas líneas. La decisión de las FARC de entregar a los últimos uniformados capturados y mostrar su decisión de acabar a través del diálogo con este modo de lucha después de 50 años es sin duda algo histórico y de una generosidad impresionante por parte de la guerrilla. Poder compartir con este pueblo que tanto sufre y con quienes han trabajado durante años para llegar hasta aquí la escenificación de este momento es una experiencia que nos quedará grabada para siempre, sobre todo porque no podía evitar tener presente, en todo momento, la situación en nuestro pueblo.
¿Qué papel ha desempeñado como integrante del Grupo de Mujeres por la paz?
Nuestro papel como integrantes del grupo ha sido fundamentalmente humanitario y solidario, el de compartir y acom- pañar este momento liberatorio y de defensa de los derechos humanos. Este grupo de mujeres al que tenemos el honor de pertenecer ha hecho posible que se dé este paso, pero al mismo tiempo ha adquirido el compromiso de conocer la situación infrahumana de los prisioneros y desaparecidos y de seguir trabajando por la consolidación del proceso.
Por eso estamos todavía aquí. El Gobierno no ha permitido nuestra visita a las cárceles y no cejaremos en el empeño hasta que esa verificación sea realizada; la conculcación de los derechos de los prisioneros de guerra y del resto de prisioneros políticos es de una magnitud tal que exige toda la presión humanitaria y de la sociedad civil para su superación urgente. Este era el segundo punto de nuestra puntual misión como grupo, pero, sin duda, de cara al futuro habrá de aportar y acompañar a la sociedad colombiana en el desarrollo de ese proceso.
¿Cuál es la función de este grupo de cara al futuro o ha sido una iniciativa puntual?
El grupo está constituido por mujeres de los países del entorno, luchadoras incansables por los derechos de sus pueblos, (Honduras, Nicaragua, El Salvador, Argentina, Brasil, Guatemala, Uruguay, México...), algunas candidatas a próximas elecciones presidenciales, líderes y referentes de ese futuro y esa unidad bolivariana tan necesaria en América Latina, y su aportación puede ser muy valiosa y revolucionaria. Desde Euskal Herria, y valorando también la aportación tan necesaria del apoyo de la comunidad internacional a nuestro proceso, seguimos comprometidos en aportar nuestro reconocimiento y solidaridad con ese proceso, acompañando humildemente esta labor del grupo. Dando, pero, sobre todo, recibiendo.
¿Considera que la decisión de las FARC, que el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, estimó insuficiente, supone el inicio de una nueva era, tal y como se ha apuntado?
La respuesta de Santos a esta sincera apuesta ha sido vergonzosa y ha dejado patente que preside un Gobierno realmente represor. Fue todo un ejercicio de intentar invisibilizar la acción. La zona fue tomada por la Policía, no se permitió a los familiares un recibimiento normalizado, se ocultó la labor de Colombianas y Colombianos por la Paz , de Piedad Córdoba y de la delegación internacional... y, como en Euskal Herria estamos acostumbrados a escuchar, se repitió que no era suficiente, cuando la semana pasada el Ejercito había matado 36 personas...
Ahora se nos niega poder visitar las cárceles... Sin duda va a ser necesaria mucha mayor presión social y la colaboración internacional para hacer llevar a este Gobierno hacia el inicio verdadero del proceso de resolución.
Euskal Herria se encuentra también inmersa en un proceso de resolución. ¿Puede la sociedad civil colombiana sacar alguna enseñanza de éste o, en su caso, podemos los vascos aprender algo de Colombia?
De todos los procesos se aprende y de este, mucho. Salvando las diferencias, porque en Colombia la magnitud del conflicto es impresionante, hay muchos paralelismos entre los dos procesos. El proceso hasta la decisión unilateral de abandono de la lucha armada en el caso de ETA y de adopción de medidas parciales encaminadas hacia ese objetivo en el caso de las FARC, las posturas intransigentes de negación de conflicto político y la conculcación sistemática de derechos civiles y políticos por parte de los dos gobiernos, especialmente sufridas por los presos políticos, así como los métodos que utilizan para acallar las protestas... son parte de una misma estrategia. Pero siendo conscientes de esas dificultades es preciso aprender de ellas para responder y ver cómo articular a la sociedad civil para presionar a los gobiernos para que no les quede más remedio que ponerse en el carril de la paz, cómo impulsar la colaboración internacional... Y en todo ello volvemos con la maleta llena de enseñanzas.