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Crónicas desde Bagdad

Irak se enfanga en una profunda crisis política

A poco más de tres meses de la salida del Ejército estadounidense, la crisis política amenaza con la desestabilización total de Irak. Con el vicepresi- dente Tariq al-Hashemi acusado de colaboración con «terroristas», huído a Kurdistán y ahora de gira por varios países árabes, la fractura en la sociedad se agrieta cada día más.

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Andoni BERRIOTXOA | BAGDAD

Anunció al pueblo iraquí que el 31 de diciembre, que marca el fin de la retirada de las fuerzas estadounidenses, será un día nacional, lo llamaremos el Día de Irak. Es una fiesta para todos los iraquíes», declaró solemnemente Nuri al-Maliki, primer ministro del Gobierno iraquí -del partido Al-Dawa-, el último días de 2011 ante la prensa internacional.

Escasos días antes, el 18 de diciembre, el Ejército estadounidense dejaba Irak. Tras más de ocho años de invasión y la instauración de un remedo de democracia al estilo occidental, Washington abandonaba oficialmente la última base del país.

Los movimientos en los despachos de los grupos mayoritarios en el Parlamento no se hicieron esperar.

Al día siguiente de la marcha de los estadounidenses, el Gobierno de Al-Maliki - de mayoría chií- ordenó detener al vicepresidente suní, Tariq al-Hashemi -del partido de la oposición Al-Iraqiya-. Acusado por el Gobierno de colaboración con «terroristas», el antiguo líder del Partido Islámico de Irak tuvo que refugiarse en Kurdistán Sur.

Al-Hashemi, un histórico del Partido Islámico de Irak, vinculado ideológicamente a los Hermanos Musulmanes, abandonó esta fuerza política en 2009. Se unió a la formación secular Al-Iraqiya, dirigida por el ex-primer ministro Iyad Alawi, que ganó las elecciones parlamentarias en marzo de 2010 y acusó al Partido Islámico de Irak y a Al-Dawa de «fomentar el sectarismo entre suníes y chiíes» y de «querer apoderarse de toda la nación».

Tras su orden de arresto, varios de sus colaboradores más cercanos, todos ellos suníes, fueron apresados. Acusados de «terrorismo», fueron encarcelados en diferentes prisiones, como la famosa Abu Ghraib. Es aquí donde hace escasos días apareció muerto el jefe de los guardaespaldas de Al-Hashemi por un «fallo renal» según la versión oficial. Las fotografías que la familia colgó en internet del cadáver muestran claros signos de tortura, como hematomas y fracturas.

El país se enfrenta actualmente a la amenaza de una guerra civil entre suníes y chiíes. Más aún, cuando el primer ministro Al-Maliki se ha adjudicas la cartera del Ministerio de Defensa e Interior y, según el opositor Al-Iraqya, controla varias milicias en Bagdad.

Un panorama político desolador

Con las fuerzas de la oposición diezmadas por detenciones y acusaciones de «terrorismo», el Gobierno de Al-Maliki tiene en control total de Irak, exceptuando el Kurdistán iraquí. Con su socio político Moqtada al- Sadr, popular clérigo chií, controla más del 50% del Parlamento. Las acusaciones por parte de la oposición de que no es más que un títere de Irán caen en saco roto ante el poder acumulado del mandatario chií. No son pocas las veces que los parlamentarios de Al Iraqiya se han ausentado en señal de protesta de las votaciones en la Cámara Alta.

Por si esto fuera poco, en círculos cercanos al primer ministro se empiezan a escuchar opiniones a favor de una tercera legislatura del primer ministro chií, incum- pliendo así su palabra de que solo optaría a dos mandatos.

Ante todo este acaparamiento de poder, no son pocas las voces que lo acusan de ser un dictador en ciernes. Incluso el vicepresidente estadounidense, Joe Biden, tras la orden de detención del vicepresidente Al-Hashemi, llamó a Al-Maliki para mostrarle su preocupación por la crisis política que vive la antigua Mesopotamia. Tras varios meses de ardua labor de despacho para conseguir un Gobierno de unidad nacional, EEUU ve cómo su plan de estabilización se desintegra irremisiblemente con el paso de las horas.

La respuesta de Al-Maliki no se hizo esperar. O los kurdos entregaban a Al-Hashemi a la Justicia bagdadí o rompía el Gobierno de unidad nacional para crear uno de mayoría exclusivamente chií.

La Administración de Obama se muestra incapaz de solucionar el conflicto. En Washington miran con recelo a su antiguo títere iraquí. Surgen voces en el Parlamento estadounidense que piden un regreso de las tropas para evitar un enfrentamiento civil en el país. Así lo expresaron los republicanos John McCain y Lindsey Graham en el Senado de Washington. «Este es un signo muy claro de que el frágil equilibrio político logrado por el refuerzo de tropas de 2007, que acabó con la violencia sectaria a gran escala en Irak, se está desmoronando ahora», dijeron.

Los sueños de paz de los civiles iraquíes se han convertido en una pesadilla que parece que no acabará nunca. Amenazado continuamente con el inicio de una guerra sectaria con trasfondo político, el país se desestabiliza entre atentados y detenciones masivas de opositores al régimen, en su mayoría suníes. Copando las listas negras en las vulneraciones de derechos humanos, libertad de expresión y corrupción institucional, la anunciada prosperidad del país brilla por su ausencia. Al menos a medio plazo. Mientras tanto, la población civil sigue en medio de un fuego cruzado entre las acusaciones de las fuerzas parlamentarias y la poca o nula eficacia que demuestran para solucionar los problemas del país.

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