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EL SECTARISMO VUELVE A ADUEÑARSE DE IRAK

El sectarismo, que Estados Unidos anunció en gran medida erradicado desde 2006, vive un repunte en los últimos años en Irak. Los suníes aseguran que está impulsado desde los órganos del Gobierno y las milicias chiíes, que campan con total impunidad atacando barrios enteros. La tensión aumenta cada día y la situación, que puede derivar en una guerra civil, está al rojo vivo.

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Andoni LUBAKI | BAGDAD

El partido en el poder, el chií Al-Dawa, amenaza con romper el pacto de unidad nacional y crear un Gobierno únicamente chií si los kurdos no entregan al vicepresidente suní, Tariq al-Hashemi. Un último ejemplo de las tensiones internas que pueblan la política del país. Dividido en dos grandes comunidades, la suní y la chií, la sociedad iraquí se encuentra mas polarizada que nunca.

Las ONG manejan numerosos datos sobre el sectarismo en Irak. Hay quien asegura que más del 90% del total de presos en el país árabe son suníes. Sin olvidar a las personas que se han exiliado en Jordania o Siria desde el inicio de la ocupación, los barrios de Bagdad están actualmente separados por muros de hormigón armado con lo que se dividen a la población según criterios sectarios. Pasear en coche por Bagdad entre los muros divisorios de las barriadas con sus checkpoints (puntos de control de las fuerzas de seguridad del estado iraquí -FSI-) es angustioso. Recuerda más a la Cracovia de los guetos judíos que al país que en su día fue faro cultural del mundo árabe.

«Solo podemos acceder a nuestra casa por algunos checkpoints, y eso según quién esté en el puesto de control», declara Ahmed (nombre ficticio) a la entrada de su casa en el barrio de Dora, de mayoría suní. Ahmed es el patriarca de una familia con varios hijos. Su casa se encuentra en el antiguo barrio residencial más selecto de la ciudad. Ahora, está rodeada de paredes de hormigón y vigilada noche y día por soldados. Dentro nos espera su hijo Omar (nombre también ficticio), que es miembro de las FSI. «Estoy sufriendo continuas amenazas en el trabajo por ser suní. La semana pasada intentaron matarme cuando invadieron mi carril y consiguieron echarme de la carretera», denuncia. Al preguntarle por qué no deja su puesto de trabajo ante tantas amenazas, Omar es tajante: «No me puedo permitir dejarlo, soy suní y nadie me contratará».

Los barrios en Bagdad ya no se dividen como en la época de Saddam, ya no hay barrios del sur y del norte. La población local habla de zonas suníes o chiíes. La capital es un puzzle de barrios constituido de piezas de cada facción. Como claro ejemplo esta Adamiyah, barrio de mayoría suní en frente de Khadimiya, barrio chií. En la mitad, el río Tigris y el puente que une los dos lados enfrentados, cerrado y que es controlado por fuerzas kurdas. Antaño vecinos, ahora enemigos.

Revancha iraní

Pero al preguntar cómo se ha llegado a sa situación, la respuesta de Yaroub Ali, exiliado en Noruega, es tajante: «Es Irán el que controla el país y el Gobierno. Irán tiene claros intereses en la zona y la población suní le resulta molesta. Están teniendo su revancha con la población actual suní, después de la guerra que les enfrentó». Se refiere a la guerra en la que el Irak Saddam Hussein, apoyado por los mismos que luego le derrocaron y ahorcaron, se enfrentó con su vecina República Islámica de Irán.

Un claro ejemplo es la contienda civil que se está viviendo en su otro vecino, Siria. El presidente sirio, Bashar al-Assad, está siendo apoyado con armamento y hombres por Irán. El mandatario alauí -rama del chiísmo- lucha contra el ELS (Ejército Libre Sirio), de mayoría suní. La insurgencia iraquí ataca a los convoyes que cruzan la región de Al-Anbar -dentro del circulo suní del país- con soldados iraníes que luchan a favor del régimen sirio. Temen que si Irán refuerza al régimen alauí de Siria su posición será aún más débil en Oriente Medio. Por eso, la población iraquí también esta dividida por el conflicto sirio: los suníes apoyan al ELS y los chiíes, a Al-Assad.

«Antes vivíamos bajo la dictadura de los suníes, ahora vivimos bajo la dictadura de los chiíes», declara Ali Fadel Akhram, periodista iraquí chií, que se muestra tajante al referirse a la actual situación en Irak. Un país que se divide, igual que sus barrios bagdadíes, en zonas suníes y chiíes. Al norte, Kurdistán, región autónoma y con una posición cómoda frente al sectarismo reinante en el país. Al oeste, la región de Al-Anbar y Salahedine, denominado también circulo suní y hasta hace no poco bastión de la resistencia antiestadounidense. En el centro y sudeste del país, con la capital Bagdad y la sureña Basora como ciudades más importantes, la zona chií.

Hace tiempo hubiera sido impensable la sola presencia de imágenes del ayatolah Jomeini en las calles de Bagdad. Tras una cruenta contienda de casi nueve años en la que se estima murió más de un millón de personas (el 60% iraníes), los dos países no tenían ninguna relación, ni administrativa ni social. Ahora las cosas han cambiado. Las imágenes del histórico líder de la revolución iraní vigilan cada esquina de las calles de la capital. El turismo religioso iraní inunda ciertas zonas del país, por ejemplo Samarra, ciudad santa para los chiíes a la que llegan diariamente un centenar de autobuses, que colapsan la entrada a la ciudad del famoso minarete de adobe. Allí los visitantes persas visitan la mezquita santa de Ali Alhadi y Hasan al-Askari, rodeado de muros de hormigón y de extremas medidas de seguridad.

Al-Qaeda de Irak -que en el país adopta el nombre de Estado Islámico Iraquí- acusó en su último comunicado al Gobierno de Nuri al-Maliki de llevar a cabo una limpieza étnica contra la población suní. Las guerrillas insurgentes suníes luchan hoy en día contra lo que llaman «el Gobierno de Vichy iraquí», cuyas fuerzas de seguridad irrumpen a diario en barrios suníes para detener de forma arbitraria a personas con el objetivo de interrogarlas.

«Me detuvieron por ser suní, pero por suerte tenía dinero y, tras varias amenazas de muerte, pude dejar la cárcel después de tres semanas. Otros no tienen esa suerte y siguen en las cárceles del Estado sin ninguna acusación formal en su contra. Todos los suníes son detenidos en aplicación del famoso artículo 4 del Código Penal, que establece que una persona sospechosa de colaborar con terroristas puede ser detenida sin ninguna otra explicación. Para el Gobierno, a todos los suníes deberían aplicarnos el código 4», señala a GARA Yaroub Ali, exiliado en Noruega.

Suníes en busca de su mártir

Saad Salum, experto en minorías iraquíes y profesor de la universidad de Bagdad, es claro al referirse a esta cuestión. «Los chiíes tienen su propio mártir, el imam Alí. Los suníes, hasta ahora, no han tenido ninguno. En los últimos años, Saddam Hussein está tomando fuerza como ese mártir que necesitan los suníes iraquíes. Se está convirtiendo en el mártir del sunismo frente al chiísmo. El Gobierno de Al-Maliki se ha dado cuenta de esto e intenta evitarlo a toda costa. Es por eso que la tumba del antiguo mandatario está cerrada y muy vigilada en Tikrit», apunta.

Una solución al problema que ha vuelto a aparecer con el resurgimiento de la violencia sectaria es la posibilidad de constituir una región suní dentro del Estado iraquí, que abarcaría las provincias de Al-Anbar y Salahedine (famosa por su feroz resistencia durante la guerra) con Falujah, Ramadi y Samarra como ciudades más importantes. Pero incluso en esta cuestiones las opiniones distan mucho de la unanimidad. Hasta en el seno del opositor Al-Iraqiya -de mayoría suní- la división de opiniones es manifiesta. Aunque la Constitución admita un Estado federal, hay muchas reticencias a la hora de tomar esta decisión de constituir una región autónoma suní dentro del Estado.

Con un Gobierno acusado de ser uno de los más corruptos del mundo, la violencia sectaria no hace más que enquistarse. Una cuestión que parecía prácticamente solucionada cuando las tropas invasoras de Washington abandonaron el país, vuelve a brotar. Con más muertos y más detenidos cada día, esta situación impregna de temor hasta los despachos de la Casa Blanca. La retirada de Irak ha inestabilizado una zona en la que tanto empeño habían puesto los ocupantes en estabilizarla, evidentemente para su propio interés. Ahora, unos meses después de la marcha de las tropas, esta peligrosa situación corre el riesgo de desembocar en una guerra civil en la que se verían implicados varios países.

 
Omar (nombre ficticio) | Miembro de las FSI (Fuerzas de Seguridad Iraquíes)

Un miembro de las fuerzas de seguridad iraquíes amenazado, por su pertenencia a la comunidad suní, para que deje su puesto de trabajo relató a GARA su situación.

«He recibido amenazas y han intentado matarme por el hecho de ser suní y trabajar en la Policía iraquí»

Numerosos datos evidencian que hay muy pocos suníes trabajando en el ámbito de la seguridad. ¿Podría explicar la composición étnica o religiosa de el departamento al que pertenece y cuáles son los mayores problemas a los que tiene que hacer frente?

El número de suníes en mi departamento, perteneciente a las Fuerzas de Seguridad Iraquíes (FSI) era de 15 sobre un total de 153. Ahora solo somos cuatro. Yo no he sido arrestado, pero estoy teniendo muchas dificultades porque no me dan la información importante que concierne a mi trabajo. También me excluyen de las reuniones importantes me sin más explicación. Me siento como si estuviera arrestado dentro de mi propio trabajo.

¿Podrá mantener su trabajo o cree que le mandarán a otra provincia de mayoría suní ?

Estoy seguro de que me mandarán a otra provincia.

¿Cómo pueden imponérselo?

Tienen la capacidad para despedirme y no dudarán en hacerlo si no acepto el traslado.

¿Cree que si le despiden le costará conseguir un trabajo por su condición de suní?

Ahora mismo, para un suní, encontrar un nuevo trabajo es muy difícil. Por eso no espero conseguir otro si me despiden.

¿Cuánto tiempo lleva trabajando en el sector de la seguridad?

Tres años. Al principio no tenía ningún problema, pero en los últimos meses, desde que ha cambiado la dirección en mi organización, la presión ha aumentado.

¿Cuál es su actual situación?

Tengo miedo de me que despidan por ser suní, como ya ha pasado con otros. Me amenazan de muerte por teléfono, diciéndome que si no dejo las FSI me matarán. He sufrido un intento de asesinato mientras conducía mi coche cuando tras intentarlo varias veces consiguieron echarme de la carretera. Afortunadamente no me pasó nada, pero el coche quedó destrozado. Tengo mucho miedo, no solo por las amenazas de muerte que recibo sino también por la posibilidad del despido. Sería imposible encontrar otro trabajo actualmente.

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