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Fermin Munarriz | Periodista

«No politizar»

Fiestas sí, política no» o «no politizar» tal cosa... fueron expresiones muy recurrentes, al menos en Nafarroa, en los años de la Transición. Las decían los fascistones de toda la vida con el ánimo de neutralizar cualquier reivindicación o deseo democrático de la ciudadanía recién salida de la dictadura. Pedir libertad, amnistía para los presos políticos o exigir responsabilidades a los matones del caudillo se convertía así en una manera perversa de «politizar» la vida. Era un recurso de los canallas para blindarse ante el deseo popular de justicia y salir impunes. A algunos no les fue mal: siguen en libertad y en sus cargos.

Este fue también uno de los primeros argumentos que usó Rodolfo Ares tratando de soslayar su competencia en la muerte de Iñigo Cabacas. A las peticiones de dimisión en su calidad de responsable político de la Ertzantza, respondió exigiendo «no politizar» el tema. Sin embargo, el crimen ha ocurrido en el contexto de una planificada estrategia que combina la persecución judicial, política y mediática de determinada corriente ideológica y su represión feroz. ¿Acaso en las peleas menores que se producen en las calles la Ertzantza interviene a pelotazo limpio? No. Aquí lo hizo porque era ante una herriko taberna y eso le ofrecía una atmósfera concreta de luz verde a la secuencia ininterrumpida de brutales actuaciones policiales contra expresiones del independentismo, del sindicalismo activo, de los movimientos populares, de los gaztetxes, del tema de los presos... La penúltima actuación envió a la UCI al joven Xuban Nafarrete, que se manifestaba el día de la huelga general, pero no con la UGT. En este tipo de circunstancias, sus responsables siempre se escudan en una supuesta «provocación de los violentos» y en la «necesidad de defenderse» de la Policía para justificar las tropelías y eximirse. Ares también lo ha intentado, pero el joven Iñigo simplemente celebraba una fiesta del fútbol cuando un ertzaina lo mató y eso se lo ha puesto más difícil. Por eso piden «no politizar». Porque resulta todavía más manifiesta su indecencia.

Y si para el consejero no es motivo suficiente de dimisión que unos subordinados maten a un ciudadano de un tiro de pelota en la cabeza, ¿cuál es el umbral para que un responsable del orden público renuncie a su función? ¿Y por qué no el cese? Los homicidas y sus responsables siguen en libertad. Y en su cargo.

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