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Adiós a Ben Bella, testigo privilegiado y víctima a la vez de la deriva de Argelia

Argelia despidió al primer presidente tras la independencia, Ahmed Ben Bella. Muerto a la edad de 95 años, su entierro bajo la lluvia en el mismo cementerio donde reposa quien le condenó a la cárcel y al ostracismo, Houari Bumedian, una metáfora de la triste deriva del país.

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Dabid LAZKANOITURBURU

Ben Bella nació el 25 de diciembre de 1916 en una familia campesina en Marnia (oeste de Argelia) y vivió en un ambiente escolar islámico.

Suboficial del Ejército francés, participó en la II Guerra Mundial, concretamente en la célebre batalla de Monte Cassino, y, a su regreso a Argelia en 1945, quedó impresionado por la represión de la ocupación francesa contra los indígenas.

En 1949, ingresó en organizaciones políticas independentistas que serían el germen del Frente de Liberación Nacional. Mano a mano con otro líder histórico de la lucha por la independencia, Hocine Ait-Ahmed, dirigió el ataque contra la sede central de correos de Orán para recaudar fondos para la causa. «Si nos falta dinero, hay que buscarlo allá donde se encuentra», señaló entonces en una famosa frase. Encarcelado en 1950, escapó de prisión dos años después y huyó a El Cairo, donde conoció al histórico líder arabista Abdel Nasser.

En noviembre de 1954, fue uno de los 22 dirigentes históricos que fundaron el FLN. Pero fue nuevamente detenido por la metrópoli cuando viajaba en un avión que lo trasladaba de Rabat a Túnez. No sería liberado hasta 1962, tras la firma de los Acuerdos de Evian que pusieron punto final a la Guerra de Argelia y supusieron su independencia tras 132 largos y sangrientos años de colonialismo francés.

Rápidamente purgado

Defensor de un socialismo autogestionario, fue el primer presidente de la Argelia independiente y encarnó, junto a Fidel castro, Nasser, Mao Zedong y el indio Nehru, la lucha antiimperialista y el no alineamiento de los países empobrecidos.

Poco duró en el cargo. El 19 de junio de 1965, su compañero de armas, ministro de Defensa y vicepresidente, Houari Boumedian, lo derrocó en un golpe de Estado y lo encarceló.

Tras años de aislamiento -recitaba el Corán para oir su propia voz- que buscaban su suicidio, Ben Bella resistió y fue indultado en 1980 por el sucesor de Boumedian, Chadli Benjedid. Había pasado un total 24 años de su vida en prisión.

Exiliado en Suiza, sus relaciones con el poder fueron contradictorias. Partidario del diálogo con los islamistas -víctimas del golpe de principios de los noventa-, en 1999 se congració con el régimen, liderado ya por Bouteflika, uno de los lugartenientes de Boumedian, lo que le aseguró una vejez tranquila.

Que acabó ayer con el reposo de sus restos junto a los de su amigo de armas, el mismo que le traicionó hace 47 años.

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