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Fede de los Ríos

Ocultamiento, manipulación y mentira

Ahora discuten si el disparo se produjo a «bocajarro» o a 22 metros. Habéis matado a un joven, dejaos de zarandajas

Cosa normal el disparar hacia la entrada de una Herriko. Algo cotidiano y naturalmente asumido por los defensores del orden. Pero esta vez, amigo Ares, la víctima no militaba en la izquierda abertzale y la construcción del discurso narrador de los hechos necesita un esfuerzo al que no estáis acostumbrados en la Consejería. Como setas tras día lluvioso, aparecen en la acera porras extensibles que sólo la atenta mirada de un uniformado es capaz de captar. Fantasmales ambulancias al rescate de heridos desaparecidos, atacadas por una chusma enfebrecida, necesitadas de protección policial.

Gratuitas agresiones contra los defensores del orden y la ley cuando su única voluntad era la de preocuparse por los ciudadanos allí presentes. Brindando ayuda y recibiendo botellazos, ¡habrase visto alevosía! Tres heridos tuvieron los pobres.

Hablas, querido Rodolfo, de fatalidad y dices bien si la entendemos a la manera griega de ananké (suceso inevitable). Pero, eso sí, el «hado inevitable», el destino, lo has construido tú, tiene tu adusto y feo rostro. Toda acción tiene su reacción y sus consecuencias. Es cosa de la física. Si se disparan balas de goma contra una multitud de individuos, resultarán, como mínimo, fatal e inevitablemente heridos. En Pozas, la «fatalidad» fruto de la actuación criminal de los hombres a tus órdenes, a parte de los heridos, fue la muerte violenta de un joven. Dilucidar si asesinato u homicidio debería ser tarea de un juez imparcial (rara avis).

Murió el dictador en la cama y aconteció la llamada Transición. No se depuraron responsabilidades por ninguno de los crímenes del fascismo. Se dieron una amnistía. Siguió la monarquía. Los torturadores, asesinos y sus cómplices que conformaban los cuerpos de seguridad del Estado permanecieron en sus puestos. Algunos, incluso, fueron recuperados y ascendidos por el PSOE. Las policías autonómicas se gestaron con guardiaciviles, policías armadas, y sus mandos, con militares del ejército franquista.

Pensados para la represión. Autorizados a ocultar su rostro al ciudadano y a no mostrar placa alguna que los identifique, amparados en sus desmanes por comprensivos jueces, indultados cuando no ascendidos después de probadas torturas e incluso muerte de algún detenido en cuartelillos y comisarías. ¿De verdad que el homicidio del joven bilbaíno resulta tan extraño? ¿Nadie ha visto las cargas (nacionales, mossos d'esquadra o ertzaintza) la pasada huelga? Los tuertos, cabezas abiertas, brazos y piernas quebrados por su celo en el uso de sus porras y balas de goma.

El consejero dice asumir «la responsabilidad política» pero que no es partidario de dimitir. Al tiempo que carga contra la izquierda abertzale, verdadera culpable de lo sucedido, ya lo veréis.

Ahora discuten si el disparo se produjo a «bocajarro» o a 22 metros. Habéis matado a un joven, dejaos de zarandajas, cabrones.

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